jueves, 28 de diciembre de 2023

100.- La navaja de Ockham y una prueba legal

     - Comisario, mire esto.

    Hortensio, que había entrado en el despacho a paso ligero y sin llamar a la puerta, dejó un enorme tocho sobre la mesa de Gutiérrez. Dos mil páginas, calculó este, así a ojo, mientras apuraba el cigarrillo, lo reducía sobre el repleto cenicero, le daba un trago más a la petaca de vodka que siempre guardaba en su cajón, sacaba otro cigarrillo del paquete, lo encendía y aspiraba la primera calada.

    Durante todo el proceso, Hortensio permaneció en pie, inquieto, como si esperara respuesta.

    Gutiérrez lo miró con cara de asco.

    - ¿Pero qué coño quieres que haga yo con este ladrillo, alma de cántaro? ¿Que me lo lea? ¿Que te lo tire a la cabeza? ¿Que me lo coma para desayunar? Dime qué es, anda, y hazme un resumen de su contenido, tú que eres un chico listo.
    - Es un extracto de cuentas bancarias, de operaciones fiscales, de contratos y disposiciones legales. En definitiva, comisario, es la prueba que nos permitirá saber quién se llevaba los beneficios de la marca Plenilunio y, por ende, quién tiene la razón, si Tomás Plenilunio o el agente de su padre.
    - Joder, pues, para ser un extracto, pesa un quintal.
    - Sí, comisario.

    Gutiérrez le dio otra calada al cigarrillo y otro trago a la petaca.

    - ¿Y bien?
    - ¿Sí, comisario?
    - Que me digas a quién tenemos que vigilar.
    - Al agente, comisario.

    Gutiérrez sonrió. Le encantaba que los planes salieran bien. Faltaba que el culpable confesara.

    - De acuerdo, manos a la obra. ¿Hace un trago para celebrarlo? -preguntó mientras le ofrecía la petaca a Hortensio.
    - No, gracias, comisario. No bebo estando de servicio.
    - Joder. Eres un moñas, Hortensio.
    - Sí, comisario.

lunes, 20 de noviembre de 2023

99.- Lágrimas de cocodrilo

    Tomás Plenilunio se hacía el compungido. Con lágrimas y todo. A Gutiérrez no le daba la más mínima pena. Lágrimas de cocodrilo. Este tío no sentía nada la muerte de su padre.

    La cabaña olía a incienso, y aquel aroma se le estaba metiendo a Gutiérrez por las narices e irritándole la pituitaria de forma muy molesta. Mel y Streller, sin embargo, parecían encantados con el olor y con el té de pétalos de rosa que Tomás les había ofrecido a todos. Hortensio, por supuesto, había declinado la invitación con la excusa de que no bebía estando de servicio. Gutiérrez odiaba el té; salvo, quizás, con un chorrito de vodka.

     - ¿Herencia? ¿Qué herencia? ¿Quién os ha dicho eso?
     - Se comenta que tu padre, que en paz descanse, estaba forrado. A algún sitio tendrá que ir ese dinero, ¿no?

    Tomás Plenilunio se agarró la nuca con las manos, miró al cielo y cerró los ojos para alinearse los chacras.

    - Veréis... yo con mi padre no me hablaba. Hace ya tiempo que nos separamos. No me interesa su herencia.
    - Pero la vas a recibir, ¿no?
    - Ya te digo que ni idea. Quizá no, investigad.
    - Investigaremos, pero no porque tú lo digas, hippie.

    Ante el incómodo silencio, Hortensio decidió intervenir.

    - ¿Quién podría querer la muerte de tu padre, Tomás? ¿Quién se beneficia?
    - El agente literario, claro. Ese se está forrando -dijo sin pensarlo.

    "Joder", pensó Gutiérrez. "El agente sospecha del hijo, el hijo del agente...".

    - Que les jodan a los dos -dijo en voz alta.
    - Igual es buen momento para irse, ¿no? -medió Hortensio.

    Streller y Mel asintieron con premura.

martes, 7 de noviembre de 2023

98.- La cabaña del tío Tom

- ¿Cómo se llama el hijo de Plenilunio?
- Tomás.
- ¿Tomás Plenilunio? Se le puede llamar Tom, ¿verdad? El tío Tom, por eso vamos a su cabaña...
- Que te calles, Streller.

    Gutiérrez tenía esa sensación desagradable de estar en una excursión campestre. Todos los amiguitos, Hortensio, Mel, Streller, todos juntitos saliendo de picnic. Faltaba que uno de ellos sacara la cestita y repartiera los emparedados.

    La mera idea le daba ganas de vomitar. Así que, para ahogar la náusea, sacó su petaca y le dio un par de buenos tragos al vodka.

    Ya casi habían llegado. Habían tenido que dejar el coche un kilómetro más abajo, en una especie de merendero, y seguir sendero arriba hasta avistar la cabaña, que ahora se erguía ante ellos, semioculta por la maleza y el follaje.

    - ¡Qué bonito! -soltó Mel. Gutiérrez no podía estar más en desacuerdo.

    Llamaron a la puerta y les abrió un tipo joven, barbudo, vestido con una especie de pijama, como si se acabara de levantar. Llevaba un tazón entre las manos.

    - ¿Eres Tomás?
    - ¿Y quiénes sois vosotros?
    - Venimos a preguntarte por tu padre. Tu padre ha muerto, por cierto. Asesinado. No sé si te habías enterado aquí arriba.

    La cara de Tomás Plenilunio palideció repentinamente. Gutiérrez saboreó el momento. Encendió un cigarrillo.

    Solo por eso ya había merecido la pena el trayecto.

domingo, 22 de octubre de 2023

97.- Streller

    - ¿El hijo de Plenilunio? ¿De Roberto Plenilunio?
    - Sí, de ese mismo...
    - ¿Del escritor famoso?
    - Ya te hemos dicho que sí...

    A Gutiérrez le ponía de los nervios aquel tipo. Gacetillero insolente, soberbio y engreído, siempre pensando que tenía la razón y que sabía más que nadie, siempre con sus gafas de pasta y su gabardina. Parecía una copia barata del inspector Gadget. Un tipo, en definitiva, con más leyes que el Código Penal.

    Tenía que admitir, no obstante, que en ocasiones les había ayudado. Unas veces, aportando datos que solo un cotilla como él podía conocer; otras, colaborando en el trabajo de campo, vigilando, espiando y dando parte como un paparazi soplón.

    - Claro que sé dónde está. Eso es vox populi.
    - Los cojones, vox populi.
    - Que sí, hombre, que esa exclusiva ya la dimos.

    Gutiérrez resopló y se retorció las manos. Le hubiera retorcido el cuello al chulito de Streller, si hubiera podido.

    - ¿Y entonces?
    - ¿Entonces, qué, comisario?
    - Qué dónde está, joder...

    Streller sonrió. Parecía disfrutar jugando con la policía, y eso Gutiérrez no lo soportaba. Pero una cosa era verdad: el hijo de Plenilunio llevaba meses sin dejar rastro y no iba a ser fácil encontrarlo, salvo que aquel imbécil supiera algo.

    - Si os lo digo me lleváis con vosotros, ¿verdad?
    - Que te den, Streller.

    Streller volvió a sonreír. Había cierta ternura en sus ojos, una especie de comprensión condescendiente que a Gutiérrez le tocaba la moral hasta hacerle casi reventar.

    - Como eso es un sí, os diré que se retiró a la sierra, a un lugar recóndito. Vive en una cabaña. Yo sé dónde es... ¿Cuándo salimos?

    Gutiérrez volvió a resoplar, esta vez con más fuerza.

domingo, 8 de octubre de 2023

96.- El hijo

     Gutiérrez miró, primero, a Hortensio; luego, a Mel. Los dos lo miraban con cara de bobos, la boca abierta, esperando interesadísimos las conclusiones del comisario.

    - ¿Qué os pasa? -preguntó este.

    - Le toca a usted, comisario -contestaron los dos, casi al unísono.

    Gutiérrez remugó en voz baja para hacerse el interesante y dejarle claro a sus ayudantes que les iba a contar lo que les iba a contar porque quería, no porque tuviera que hacerlo. Que, en realidad, les estaba haciendo un favor.

    Tanto Hortensio como Mel habían cumplido. El primero había narrado su encuentro con el vecino. "Un tipo desagradable", había dicho. "Atentos a él, y al de la limpieza".

    - ¿Otra vez el de la limpieza? -había preguntado Gutiérrez.

    Por toda respuesta, Hortensio se había encogido de hombros, resignado.

    Mel había buscado en redes. "Mucho admirador exageradamente dulce", había dicho, dejando deducir que entre ellos podía encontrarse algún obsesionado con la figura del escritor, hasta el punto de acabar con él. "Y, sobre todo, un par de "haters"". Rudos, crueles. Demasiado directos para atreverse a asesinar, pero todo es posible.

    Gutiérrez les contó su conversación con el agente. "El hijo sale ganando", dijo finalmente. "¿Alguien sabe algo del hijo?", preguntó.

    Hortensio y Mel negaron.

    - Nadie lo ha visto por la casa desde hace tiempo -dijo uno.

    - Tampoco en redes sociales parece haber dejado huella -dijo el otro.

    - ¿Entonces? -preguntó el comisario. - ¿Alguna idea?

    Se miraron sin hablar. De los labios de los tres, entonces, salió un nombre:

    - Streller.

    En cuanto lo dijeron, los tres se limpiaron la boca y amagaron un escupitajo al suelo.

martes, 5 de septiembre de 2023

95.- El agente

    - ¿Que si tenía enemigos? ¿Me está preguntando si tenía enemigos? ¡Pues claro que tenía enemigos, joder! ¡A montones! Era un escritor de éxito...

    Gutiérrez le dio una buena calada al cigarrillo. El agente literario de Plenilunio era locuaz y desagradable, tal y como era de esperar.

    - ¿Algún nombre en particular?
    - ¿Quiere que le diga el nombre del asesino? Créame, comisario, si lo supiera se lo diría. Pero podría ser cualquiera. Hay cada loco por ahí suelto... Y una cosa es rajar en redes, ¿sabe?, y otra pasar a la acción. Eso ya es de desequilibrados. Pero de desequilibrados está el mundo lleno, últimamente.

    Gutiérrez aspiró otra calada.

    - ¿Quién gana con la muerte de Plenilunio?
    - Yo no, desde luego. Joder, con Plenilunio muerto la novela va a hacer historia, se va a vender como churros...
    - ¿Entonces?
    - Pues que yo contaba con publicar, al menos, una decena más. No necesitábamos un éxito refulgente. Se gana más dinero perdurando...
    - Comprendo.
    - Así que si quiere revisar las redes sociales le puedo dar acceso...

    Gutiérrez carraspeó antes de encenderse otro.

    - Sí, bueno, ya están mis ayudantes en ello, se pondrán en contacto con usted. ¿Y a quién van los beneficios del escritor tras su muerte?
    - ¿La herencia? Pues ni idea... A su hijo, supongo.
    - ¿El hijo? Pensé que no se llevaban muy bien...
    - Bueno, eso es parte de una larga historia...
    - Cuanto antes la empiece, antes terminaremos. Adelante.

martes, 15 de agosto de 2023

94.- El vecino cotilla

     - ¡Pss! ¡Pss! Oye, chaval. Eres poli, ¿verdad?

    Hortensio no tuvo que buscar demasiado. Apenas había comenzado a rondar la casa de Plenilunio cuando un vecino asomó la cabeza por la ventana y comenzó a chistarle.

    - Se ha liado una gorda, ¿no es así?

    El tipo parecía más un cotilla pesado que alguien que pudiera proporcionar información relevante. Hortensio, no obstante, se animó a pincharle.

    - Sí que se ha liado gorda, sí... Oiga, ¿oyó usted algo? ¿Vio algo?

    El vecino torció el gesto y miró al cielo, como si estuviera exprimiéndose la cabeza.

    - No, sinceramente. Bueno, hasta que comenzaron a llegar ustedes con sus sirenas y a despertar a todo el vecindario, claro.
    - Claro.

    "Irrelevante e insolente, mala combinación", pensó Hortensio. Lo había calado desde el principio.

    - ¿Conocía a la víctima?
    - Claro, era un escritor famoso.
    - ¿Sabe si alguien podría tener alguna razón para matarlo?
    - No, eso les toca investigarlo a ustedes...

    "Vaya, y encima graciosillo". Hortensio decidió tomar nota de su actitud.

    - ¿Alguien que pudiera tener la llave de la casa?
    - No. Aquí no hay portero, ni jardinero... Bueno, venían una vez a la semana a hacerle la limpieza. Es un tipo al que verá por aquí a menudo, ya que trabaja en varios pisos. En el mío no, desde luego. Mi casa me la limpio yo, ¿sabes? Nunca que gustó que...
    - Gracias, ha sido muy amable. Tengo prisa.

    Hortensio se alejó. El tipo era insoportable. Gutiérrez no le hubiera aguantado ni dos frases. Eso sí, la conversación no había sido del todo inútil. Volvía a comisaría con dos sospechosos. El vecino, y el de la limpieza. Siempre está el de la limpieza metido en los fregados...


lunes, 3 de julio de 2023

93.- Plenilunio al desnudo

     Habían regresado a la comisaría. La casa de Plenilunio había quedado sellada, y la escena del crimen iba a ser convenientemente analizada. Gutiérrez no daba un duro por que de allí saliera algo en claro.

    - A ver, Hortensio. Dime cosas de ese Plenilunio -pidió Gutiérrez mientras se encendía un cigarrillo, aspiraba una buena calada, se echaba atrás en el sillón y aguzaba el oído.
    - La familia. Una exmujer y un hijo.
    - ¿Algo que rascar por ahí?
    - Lo podemos intentar, pero, aparentemente, está difícil. La mujer vive en los Estados Unidos y de allí no ha regresado en, al menos, el último año. Con el hijo, por lo visto, se veía poco. No es que se odien, pero tampoco tenían una relación muy estrecha.
    - ¿Algo más?
    - Una legión de seguidores.

    Esto lo había dicho Mel, también presente. El escritor no dejaba lugar a dudas: él era uno de esos seguidores.

    - Muy activo en el contacto con sus lectores -continuó. - Y muy querido.
    - Quien es muy querido, es también muy odiado -certificó Gutiérrez. - Cosas del ser humano, a tenor de mi experiencia como ser vivo en este mundo.
    - ¿Se está poniendo filosófico, comisario? -preguntó Hortensio.
    - Que te jodan, mindundi -filosofó Gutiérrez.

    Acto seguido, se incorporó y comenzó a dar órdenes.

    - Mel, entérate de si alguno de sus seguidores estaba algo más loco o era algo más pesado de lo normal. Hortensio, pregunta por el vecindario, a ver si alguien vio algo. ¿Algo más?
    - Su agente literario. Ya ha pedido hablar con usted.
    - Uf, qué poco me gusta tratar con pedantes estirados. ¿Por qué detrás de cada asesinato siempre hay alguien queriendo hacerse el interesante?


lunes, 26 de junio de 2023

92.- Pesquisas por aquí, pesquisas por allá

     - ¡Roberto Plenilunio! -había dicho Mel nada más llegar, palmeando como una quinceañera fanática. - ¡Me encanta!
    - Te encantaba, Mel -le había contestado Gutiérrez sin sacarse el cigarrillo de la boca. - Ahora está muerto.
    - ¿Muerto?
    - Ha sido asesinado.
    - ¡Genial! ¡Un asesinato! ¡Como en sus novelas! Este Plenilunio, genio y figura. Solo él podía pergeñar un final como este.

    A Hortensio no dejaba de parecerle preocupante esa alegría con la que su jefe y su colaborador se tomaban la confirmación de un crimen. Él, de todos modos, se encogía de hombros y seguía a lo suyo. Mientras Mel trataba de sacar información del ordenador de la víctima, él se dirigió al comisario.

    - No hay restos del arma del crimen en la casa, comisario. Nada fuera de su sitio. Hasta la cuchillería de la cocina está perfectamente ordenada. Tampoco hay nada en los contenedores de basura de los alrededores.

    Gutiérrez chasqueó la lengua.

    - ¿Y el ordenador, Mel?
    - Aquí no hay nada, comisario. Limpio como una patena. Ni un archivo entre sus documentos, ni un correo electrónico en su bandeja, ni una foto en la nube.
    - Extraño para un escritor, ¿no?
    - Extrañísimo. Lo que daría por ver los archivos de sus escritos.
    - Y yo, Mel, y yo...

    Gutiérrez, con fino olfato de sabueso a pesar de su querencia al tabaco, empezaba a intuir por donde iban los tiros.

    - A ver, chicos, decidme cuanto antes con quién se relacionaba este Plenilunio...

jueves, 8 de junio de 2023

91.- La primera impresión es la que confunde

    Gutiérrez observó el cadáver con escepticismo.

    - Aquí lo tiene, Comisario.
    - Ya lo veo, Hortensio, ya lo veo.

    Era difícil no verlo, desde luego. Un cadáver en el más pleno sentido de la palabra.

    El cuerpo yacía recostado sobre un sillón, con el cuello algo inclinado hacia atrás, la cabeza algo torcida a la derecha y la garganta algo cercenada, de lado a lado, sin piedad.

    - ¿El arma del crimen? -preguntó Gutiérrez.
    - No la hemos encontrado.

    Genial. Primera cosa en la que entretenerse.

    Si no fuera por esa garganta abierta y esa sangre, ahora seca, que había manado de ella y que le había puesto la camisa hecha unos zorros, se diría que la víctima se había quedado, simplemente, dormida mientras trabajaba.

    Ante el sillón se extendida una mesa enorme de madera de roble. Maciza, como las de los grandes salones decimonónicos. "Esto cuesta una pasta, seguro", fue lo primero que pensó Gutiérrez. Sobre la mesa, una caja con bolígrafos y otros enseres propios del arte de la escritura, papelajos de todo tipo, escritos o no, apilados bajo un pisapapeles con forma de tucán, y un ordenador.

    - Lo primero, Hortensio: toma nota de lo que te digo. ¡No cojas papel de la escena del crimen, mastuerzo! ¿No tienes tú?
    - Sí, sí, claro, Comisario...
    - Si es que... Busca el arma. Bajo la mesa, en la habitación, en la casa, en la basura, en los alrededores.
    - ¿Qué arma?
    - La del crimen, Hortensio.

    Gutiérrez buscó con la mirada un abrecartas, un atizador de chimenea, un rollo de hilo dental, cualquier típica arma de un crimen. Nada.

    - ¿Qué hay en el ordenador?
    - Parece que nada. Está apagado.
    - Que lo miren bien.
    - De acuerdo.
    - Y por último...
    - ¿Sí?
    - Llama a Mel. Le quiero ver aquí ipso facto.
    - ¿A Mel? ¿Al escritor?
    - ¿Conoces a otro Mel?

    Hortensio calló y tomó nota. Gutiérrez se rascó una ceja.

    - Por cierto, ¿quién era la víctima?

jueves, 1 de junio de 2023

90.- Un asunto real

    - Pero hay un muerto de verdad, ¿no?
    - Sí, Comisario.
    - Con cadáver y todo...
    - Claro, Comisario. El cadáver está ahí, todavía no ha sido levantado...
    - Sí, joder. Por fin un puto cadáver.

    Gutiérrez se frotaba las manos ante la mirada atónita de Hortensio, que no terminaba de entender por qué su superior disfrutaba con la existencia de más asesinatos.

    Él, que siempre había lamentado los inconvenientes de este "trabajo de mierda", como él decía.

    Hortensio nunca entendería que, para hacer un trabajo, por mi desagradable que sea, lo principal es que haya trabajo que hacer. Si no hay trabajo, no tiene sentido trabajar. Gutiérrez ya estaba harto de falsas alarmas, de locos embobados, de artistas contemporáneos, de robos que eran confusiones, de apocalipsis de mentira. "El mundo se está yendo al carajo", pensaba. "Ya hasta los criminales son estúpidos posmodernos".

    Así que, ahora sí, tendría que enfrentarse a un crimen real. Hacía tiempo que no se veía en una de estas. Casi desde aquella en la que casi la palma...

    - Bueno, ¿vamos ya?
    - Claro, Comisario.
    - Rápido, que tenemos un caso que resolver.

    Hortensio flipaba por dentro y obedecía por fuera.

    Así que se pusieron en marcha.

viernes, 26 de mayo de 2023

89.- El cazador cazado

    FIN.

    Grandioso, sí, señor. Roberto Plenilunio se recostó en su sillón y observó las últimas palabras escritas sobre la pantalla del ordenador. Su imagen de escritor de éxito se iba a ver reforzada, seguro. La anterior novela se vendía como churros, los principales suplementos culturales no paraban de mencionar su nombre, incluso la televisión se había interesado por su participación en tertulias y debates de actualidad. Todo iba viento en popa.

    Y, ahora, aquella novela que acababa de terminar. Buenísima, en su modesta opinión de autor y padre intelectual de la criatura. El thriller definitivo. Crímenes, misterios, resoluciones de casos, giros de la trama, dramatismo, personajes profundos, amores fatales... no faltaba de nada.

    Quedaba dar un último repaso y enviarla al editor.

    Roberto Plenilunio se encendió un puro, como hacía cada vez que terminaba una obra. Misión cumplida. Iba a aspirar su aroma cuando oyó un ruido a su espalda. Vivía solo, aunque era relativamente normal oír de vez en cuando, crujidos, chirridos, algún grito o alguna conversación subida de tono de los vecinos. No le dio importancia.

    Empezó a dársela cuando notó que algo frío se apoyaba en su garganta. Se puso en guardia. Trató de girarse, de levantarse, pero ya era tarde. Una hoja afilada, un cuchillo, posiblemente, se introdujo en su garganta y la abrió de lado a lado.

    Mientras su vida se le iba, echando borbotones de sangre y buscando con la mirada a su asesino, lo último que pensó Roberto Plenilunio, escritor de éxito, era que lo que estaba pasando sería el inicio ideal para una novela.

jueves, 18 de mayo de 2023

88.- El mundo está loco y yo tomando vodka.

     - ¿Y si esto se extendiera? -preguntó Mel.

    Y la verdad es que el periodista tenía razón.

    Gutiérrez se pidió otro vodka y se encendió el enésimo cigarrillo. Tenía que admitir que le gustaban esos momentos, de copa y puro, después de la resolución de los casos. A Hortensio y a Gutiérrez se le había unido Mel, siempre atento a la noticia, y ahora, en una terraza, la comentaban entre risas.

    - Menudo tiparraco, ¿no?

    - Ya ves. El tío no tenía un pelo de tonto... pero de listo tampoco.

    La verdad es que tenía pinta de que el personaje se iba a convertir en una celebridad, al menos en ese tipo de personajes célebres durante un cuarto de hora, antes de que otro descerebrado ocupe el espacio y la atención de la masa, todavía más descerebrada.

    - La App, desde luego, es un peligro. Pensad en las implicaciones. Poder piratear y secuestrar los servicios de seguridad de cada país. Y enviar mensajes y alarmas falsos...

    - Como para iniciar una guerra desde el salón de casa.

    - Este tipo a punto ha estado de hacerlo...

    - Afortunadamente, parece que su aplicación no tiene mucha salida comercial. Los Estados prohibirán su venta, y se protegerán contra ella -terció Gutiérrez.

    - Normal. Imagina que se pone en venta, que es un éxito, que surgen otras aplicaciones diferentes...

    Fue entonces cuando Mel preguntó qué pasaría si esto se extendiera, si pasara a ser una moda, si todos lo consideraran divertido.

    Entre los tres amigos se hizo el silencio.

    Gutiérrez, no obstante, tenía clara una cosa. El mundo estaba cada vez más loco. Menos mal que cualquier día de estos se jubilaría; y menos mal, de verdad que sí, que seguía existiendo el vodka.

jueves, 11 de mayo de 2023

87.- El calvo explica la farsa

    Unos minutos después, todo estaba aclarado.

    - ¿Pero cómo coño se te ocurre?

    La verdad es que Gutiérrez seguía sin dar crédito a lo que le acababa de contar el calvo. Menudo cabrón estaba hecho.

    Tras las amenazas iniciales, el calvo había llevado a Gutiérrez y a Hortensio a su centro de operaciones. Un ordenador portátil, unos auriculares, una conexión a la red, y poco más.

    - He entrado en el sistema de la Seguridad Nacional y he introducido informaciones falsas sobre una supuesta bomba nuclear que se encontraría aquí mismo. Como en "Juegos de Guerra". Mola, ¿verdad?

    - No mola nada, capullo.

    - Voy a crear una App, fácilmente descargable, para que cualquiera que quiera pueda enviar una amenaza virtual a cualquier sistema de seguridad del mundo. Esto va a ser la bomba.

    Gutiérrez, más allá de la referencia cinematográfica, y más allá del juego de palabras del calvo con eso de la bomba, de lo que de verdad tenía ganas era de volver a casa y echarse un buen trago de vodka entre pecho y espalda. No uno virtual. Uno de verdad.

    - Anda, Hortensio, detén a este tío y vámonos ya de aquí.

    - ¿Va a venir la prensa? Me voy a forrar publicitando mi App.

    - Cállate, imbécil.

    Lo único bueno, pensaba Gutiérrez mientras salían, es que los de la Central de Inteligencia iban a hacer un ridículo espantoso cuando esto se supiera. Solo de pensarlo, Gutiérrez sonreía. Hasta le estaba empezando a apetecer que, como pedía el calvo, fuera llegando la prensa...

jueves, 4 de mayo de 2023

86.- Todo es nada

    La verdad es que el calvo sonriente daba mucha grima. Gutiérrez lo tenía claro.

    - ¿Así que se declara culpable?
    - Sí, sí, sí, por supuesto.
    - Queda entonces detenido. Hortensio, las esposas.
    - ¡Genial! ¡Fantástico! Esto es como en una película. ¿No va a leerme mis derechos?
    - Que te jodan.

    El tío parecía que estaba en mitad de una fiesta. Como si la realidad fuera una película, había dicho. Una película mala, en cualquier caso. Gutiérrez, desde luego, estaba hasta los cojones de su papel en ella.

    Y lo peor era que la cosa no había terminado. Ahora venía lo más difícil. Había que hacerle confesar.

    - Vamos, maldito cabrón. Confiesa dónde tienes el detonador, y dónde la bomba.
    - Uy, qué emocionante...
    - Que dejes de decir gilipolleces y confieses ya, si no quieres que te muela a hostias.

    Qué poco le gustaban los listillos. Y el mundo estaba lleno de ellos. Gutiérrez analizó la situación. Hortensio le había esposado las manos a la espalda, y las agarraba con fuerza. El calvo estaba a huevo para recibir la primera en toda la nariz. Pero Gutiérrez era un tipo paciente, y la experiencia le había enseñado a escuchar antes de soltar la mano.

    - Agente, es usted un fiera.

    ¿Agente? ¿Un fiera? Lo que faltaba. Estaba ya Gutiérrez abriendo la mano para arrear la bofetada cuando el calvo por fin se puso serio.

    - Espere, espere... Eso no será necesario.
    - Así me gusta -dijo Gutiérrez. Por un momento, fue él quien sonrió-. El detonador y la bomba.
    - No hay detonador y no hay bomba- contestó el calvo. - Es todo mentira. Deje que le explique.

    Una vez más se habían cambiado las tornas y era aquel soplapollas el que sonreía.

sábado, 29 de abril de 2023

85.- Ring, ring

     Ring, ring.

    Llevaban ya tres plantas, a cuatro puertas por planta. Doce timbres tocados para nada. Gutiérrez empezaba a sentirse ya un inútil engañado; Hortensio, por su parte, las estaba pasando canutas. Gutiérrez no daba crédito, pero a su pupilo parecía que le diera vergüenza llamar a los timbres y esperar a que les abrieran. Se ruborizaba, balbuceaba...

    - Pareces una exploradora vendiendo cajas de galletas, joder, Hortensio.

    - Es que esto de llamar de puerta en puerta, como un vendedor de enciclopedias, me mata. Me recuerda a un trabajo que tuve en mi juventud...

    - Pero si eres un niñato, Hortensio, joder. ¿Que vendiste enciclopedias hace cuánto, dos meses?

    Hortensio tragaba saliva.

    - No, comisario, no es eso... Pero estuve repartiendo propaganda... y fue hace ya unos años, que no soy tan joven... y era un trabajo horrible.

    - ¿Horrible? Ya sería para menos.

    - Que no, comisario, que es horrible. ¿Qué hemos conseguido hasta ahora?

    Gutiérrez hizo repaso.

    - Un tipo en calzoncillos, una joven con pelo de recién despertada, tres señoras mayores, una de las cuales ha intentado darme un trozo de bizcocho... ¿Y tú?

    - Parecido. ¿No es horrible?

    A Gutiérrez nunca le había parecido tan horrible eso de molestar a la gente.

    - Lo peor, Hortensio, es que el mundo se acaba y no encontramos a nadie. Queda la cuarta planta. Allí será, ¿no?

    - Allí será, comisario.

    Se acercaron a la primera puerta, y llamaron.

    Ring, ring.

    Les abrió un tipo calvo y extremadamente sonriente.

    - Somos la policía.

    - ¡Ah, la policía! ¡Por fin! Pasen, pasen, les estaba esperando.

    - Es por una alerta nuclear.

    - Claro, claro. Enhorabuena. Han dado con su hombre. Pero no se queden ahí, pasen y hablemos.

    Gutiérrez y Hortensio se miraron y entraron. El mundo se estaba llenando de locos a un ritmo vertiginoso.

jueves, 13 de abril de 2023

84.- Un plan perfectamente trazado

       - ¿Cómo lo hacemos, Comisario?

    Gutiérrez siempre había admirado el apasionado optimismo de Hortensio. Incluso en una misión de mierda como aquella, incluso en una situación tan jodida como aquella en la que los habían metido, el tío siempre mostraba un entusiasmo juvenil que Gutiérrez, por supuesto, no compartía.

    Por no decir que le tocaba los cojones una barbaridad.

    - ¿Voy yo por detrás del edificio y usted accede por la puerta principal? ¿Entramos desde el tejado? ¿Nos apostamos y esperamos a ver qué se cuece?

    Gutiérrez miró a Hortensio con calma y un gesto muy próximo al desprecio absoluto.

    - El agente Paz...

    - El agente Paz, mal rayo lo parta -dijo al fin Gutiérrez- es un histérico que delega responsabilidades más allá de lo recomendable y, para que te voy a engañar, me cae tremendamente mal.

    Hortensio calló durante unos segundos. Luego intentó volver a hablar.

    - Pero el tiempo...

    Gutiérrez levantó un dedo. Le faltaron unos centímetros para posarlos sobre los labios de Hortensio, como quien calla a un niño.

    - Ya lo sé, Hortensio. El tiempo es oro y estamos ante una alerta nuclear. Así que vamos a hacer las cosas con celeridad, eficiencia y meticulosidad.

    - Eso, Comisario.

    Otra vez el entusiasmo de Hortensio.

    - Pues venga, sin más dilación. Vamos subiendo plantas y llamando a los timbres. Cuando nos abra un tipo con cara de villano de James Bond, le quitamos el detonador de la mano y lo detenemos.

    La cara de Hortensio era un poema. No obstante, con buen criterio, decidió callar y seguir a su superior.

    Tocaron el primer timbre.

jueves, 30 de marzo de 2023

83.- Una amenaza global

    - Supongo -dijo Paz- que estarán deseando saber la naturaleza de su misión.

     Gutiérrez y Hortensio ni siquiera sabían que tenían una misión. Así que optaron por callar. Al no recibir respuesta, el agente Paz decidió girarse y comenzar su explicación.

    - Habrán visto, señores, que esta sala está completamente vacía.

     Gutiérrez y Hortensio asintieron.

    - Los recortes... los malditos recortes. En sus buenos tiempos, esta sala bullía de vida. Secretarias de un lado para otro transmitiendo mensajes; chupatintas frenéticos anotando sin parar. Era la época de la Guerra Fría y la Central de Inteligencia no daba abasto. Ahora no le importamos a nadie. La paz nos ha quitado el trabajo y...

    - Disculpe, agente Paz -interrumpió Hortensio-. ¿Me equivoco o teníamos que salvar el mundo urgentemente?

    Paz pareció decepcionado por el desprecio a la problemática de su gremio, aunque tuvo que reconocer que algo había de verdad en las palabras del policía. Así que se acercó a una pantalla en la que se reflejaba un mapa de la ciudad.

    - Voy al grano. Hemos recibido una amenaza. Alguien tiene una bomba nuclear y está dispuesto a hacerla detonar. 

    - ¡Coño!

     Esto último lo había dicho Gutiérrez, que tras un largo silencio había encontrado por fin algo que decir.

    - Hemos dado con el lugar desde el que profirió la amenaza. Es un apartamento en un bloque de pisos. Y está aquí al lado. En su jurisdicción. Su misión es ir a por él y reducirlo antes de que pulse el botoncito.

    Gutiérrez resopló.

    - Joder, parece fácil, ¿no? ¿Estas cosas no las hacen los Agentes Secretos, 007 y tal?

    Ahora resopló Paz.

    - Los recortes, amigo. Los recortes...

    - Pues vaya mierda...

jueves, 26 de enero de 2023

82.- Los hombres de negro no tienen quien les escriba

     Cuando las puertas del ascensor se abrieron, Gutiérrez y Hortensio se encontraron ante un espacio infinito. Una sala inmensa, enorme, con techos tan altos como un edificio de cuatro plantas. Gutiérrez dedujo rápidamente que debían de haber descendido varios planos en el subsuelo para que semejante construcción no fuera visible desde la calle.

    Como el espacio exterior, la sala era infinita; como el vacío que lo puebla, el aspecto de la sala era desolador. Mesas de oficina vacías se extendían hasta donde llegaba la vista. Todas tenían una pequeña lámpara apagada. Gutiérrez se preguntó de dónde venía la luz, y dedujo que de algún punto difuso del techo. El aspecto de la sala, de biblioteca abandonada, y el de la luz, de quirófano gigante, le revolvieron el estómago.

    - Esto es una mierda, Hortensio -se limitó a decir en su susurro.

    Hortensio, por toda respuesta, miró a Gutiérrez un segundo, dándole la iniciativa en las presentaciones que a continuación iban a producirse, pues frente a ellos, vestido con un impecable traje negro y gafas de sol, se encontraba un tipo que les miraba con seriedad. Nadie dudaba de que llevaba un arma bajo la chaqueta.

    - Comisario Gutiérrez, soy el agente Paz, director de la Central de Inteligencia. Venga conmigo, no tenemos tiempo.

    Se dio la vuelta y empezó a andar con premura. Gutiérrez intentó seguirle, pero pronto notó que le faltaba el aire.

    - Un momento, coño, agente Paz, ralentice un poco -dijo entre jadeos. - ¿Se puede saber qué hacemos aquí?

    El agente Paz, más allá de la irónica mística de su apellido, se volvió a Gutiérrez con cara de pocos amigos.

    - Hoy han sido ustedes elegidos para salvar el mundo. No querrán negarse, ¿verdad?

    Gutiérrez y Hortensio negaron con la cabeza, mientras su mente se preguntaba qué cojones pintaban ellos allí, y sus pulmones trabajaban a destajo para intentar aguantar el ritmo de la marcha.

lunes, 16 de enero de 2023

81.- La Central de Inteligencia

      Uno pensaría que la Central de Inteligencia habría de ser un edificio gigantesco, intimidador, un bloque de piedra y ladrillo al estilo del edificio J. Edgar Hoover, sede del FBI en Washingotn DC, o como la Lubianka stalinista, el terrible cuartel general de la no menos terrible KGB.

    Nada más lejos de la realidad.

    La Central de Inteligencia era un edificio moderno, funcional, lleno de luz y espacios abiertos, donde los muros que separaban oficinas habían sido sustituidos por raquíticos biombos que tanto favorecían la colaboración como restaban intimidad.

    A Gutiérrez le recordó al patio de un colegio, con las pandillitas dispersas en camarillas. Se preguntó dónde coño guardaba los secretos la Central de Inteligencia, si todo eran espacios abiertos.

    No tuvo que preguntárselo durante mucho tiempo, en cualquier caso, porque nada más llegar los habían agarrado del brazo, a él y a Hortensio, y los habían arrastrado al interior con prisas contenidas y estudiada trascendencia.

    "Les falta ponerse a correr", pensó Gutiérrez.

    Atravesaron el patio de colegio y entraron en un ascensor. Lo que sucedió a continuación no podría haberlo imaginado el bueno de Gutiérrez ni en mil vidas que viviera.