jueves, 4 de mayo de 2023

86.- Todo es nada

    La verdad es que el calvo sonriente daba mucha grima. Gutiérrez lo tenía claro.

    - ¿Así que se declara culpable?
    - Sí, sí, sí, por supuesto.
    - Queda entonces detenido. Hortensio, las esposas.
    - ¡Genial! ¡Fantástico! Esto es como en una película. ¿No va a leerme mis derechos?
    - Que te jodan.

    El tío parecía que estaba en mitad de una fiesta. Como si la realidad fuera una película, había dicho. Una película mala, en cualquier caso. Gutiérrez, desde luego, estaba hasta los cojones de su papel en ella.

    Y lo peor era que la cosa no había terminado. Ahora venía lo más difícil. Había que hacerle confesar.

    - Vamos, maldito cabrón. Confiesa dónde tienes el detonador, y dónde la bomba.
    - Uy, qué emocionante...
    - Que dejes de decir gilipolleces y confieses ya, si no quieres que te muela a hostias.

    Qué poco le gustaban los listillos. Y el mundo estaba lleno de ellos. Gutiérrez analizó la situación. Hortensio le había esposado las manos a la espalda, y las agarraba con fuerza. El calvo estaba a huevo para recibir la primera en toda la nariz. Pero Gutiérrez era un tipo paciente, y la experiencia le había enseñado a escuchar antes de soltar la mano.

    - Agente, es usted un fiera.

    ¿Agente? ¿Un fiera? Lo que faltaba. Estaba ya Gutiérrez abriendo la mano para arrear la bofetada cuando el calvo por fin se puso serio.

    - Espere, espere... Eso no será necesario.
    - Así me gusta -dijo Gutiérrez. Por un momento, fue él quien sonrió-. El detonador y la bomba.
    - No hay detonador y no hay bomba- contestó el calvo. - Es todo mentira. Deje que le explique.

    Una vez más se habían cambiado las tornas y era aquel soplapollas el que sonreía.

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