viernes, 7 de febrero de 2020

66.- La hora de la verdad

     Hortensio sacudió la cabeza. Le dolía horrores. Notó la sangre chorreando por su nuca, empapándole la camisa. Trató de tocarse la zona dañada, pero se dio cuenta de que no podía. Sus muñecas estaban atadas, así como sus piernas, a una silla cutre de madera cuyo respaldo se le clavaba en la espalda.

     Alzó la vista. No le sorprendió encontrarse frente a él, en una silla similar, al comisario Gutiérrez. No tenía muy buena pinta, la verdad. Le habían dado hasta en el carné de identidad, y surcos negruzcos de sangre seca se le pegaban a un rostro ya desfigurado por los cortes y la hinchazón.

     Gutiérrez daba pena, y Hortensio lamentó profundamente haberse dejado capturar. Se había manejado como un auténtico principiante...

     - Vaya, vaya... -oyó Hortensió que una voz decía a su espalda-. Pero si se ha despertado el niño de papá con ínfulas de superhéroe rescatador...

     Hortensio no tuvo dudas. Tal pedantería y pretenciosidad no podía proceder de otra persona. Había dado con Gutiérrez y con su secuestrador, el estúpido de Morales. El problema era que Morales les tenía a los dos.

     - Ahora sí que vamos a divertirnos...

     Hortensio tragó saliva. La garganta le dolió al hacerlo. Tenía que ir acostumbrándose al dolor, porque seguro que iba a tener para un buen rato.