viernes, 26 de mayo de 2023

89.- El cazador cazado

    FIN.

    Grandioso, sí, señor. Roberto Plenilunio se recostó en su sillón y observó las últimas palabras escritas sobre la pantalla del ordenador. Su imagen de escritor de éxito se iba a ver reforzada, seguro. La anterior novela se vendía como churros, los principales suplementos culturales no paraban de mencionar su nombre, incluso la televisión se había interesado por su participación en tertulias y debates de actualidad. Todo iba viento en popa.

    Y, ahora, aquella novela que acababa de terminar. Buenísima, en su modesta opinión de autor y padre intelectual de la criatura. El thriller definitivo. Crímenes, misterios, resoluciones de casos, giros de la trama, dramatismo, personajes profundos, amores fatales... no faltaba de nada.

    Quedaba dar un último repaso y enviarla al editor.

    Roberto Plenilunio se encendió un puro, como hacía cada vez que terminaba una obra. Misión cumplida. Iba a aspirar su aroma cuando oyó un ruido a su espalda. Vivía solo, aunque era relativamente normal oír de vez en cuando, crujidos, chirridos, algún grito o alguna conversación subida de tono de los vecinos. No le dio importancia.

    Empezó a dársela cuando notó que algo frío se apoyaba en su garganta. Se puso en guardia. Trató de girarse, de levantarse, pero ya era tarde. Una hoja afilada, un cuchillo, posiblemente, se introdujo en su garganta y la abrió de lado a lado.

    Mientras su vida se le iba, echando borbotones de sangre y buscando con la mirada a su asesino, lo último que pensó Roberto Plenilunio, escritor de éxito, era que lo que estaba pasando sería el inicio ideal para una novela.

jueves, 18 de mayo de 2023

88.- El mundo está loco y yo tomando vodka.

     - ¿Y si esto se extendiera? -preguntó Mel.

    Y la verdad es que el periodista tenía razón.

    Gutiérrez se pidió otro vodka y se encendió el enésimo cigarrillo. Tenía que admitir que le gustaban esos momentos, de copa y puro, después de la resolución de los casos. A Hortensio y a Gutiérrez se le había unido Mel, siempre atento a la noticia, y ahora, en una terraza, la comentaban entre risas.

    - Menudo tiparraco, ¿no?

    - Ya ves. El tío no tenía un pelo de tonto... pero de listo tampoco.

    La verdad es que tenía pinta de que el personaje se iba a convertir en una celebridad, al menos en ese tipo de personajes célebres durante un cuarto de hora, antes de que otro descerebrado ocupe el espacio y la atención de la masa, todavía más descerebrada.

    - La App, desde luego, es un peligro. Pensad en las implicaciones. Poder piratear y secuestrar los servicios de seguridad de cada país. Y enviar mensajes y alarmas falsos...

    - Como para iniciar una guerra desde el salón de casa.

    - Este tipo a punto ha estado de hacerlo...

    - Afortunadamente, parece que su aplicación no tiene mucha salida comercial. Los Estados prohibirán su venta, y se protegerán contra ella -terció Gutiérrez.

    - Normal. Imagina que se pone en venta, que es un éxito, que surgen otras aplicaciones diferentes...

    Fue entonces cuando Mel preguntó qué pasaría si esto se extendiera, si pasara a ser una moda, si todos lo consideraran divertido.

    Entre los tres amigos se hizo el silencio.

    Gutiérrez, no obstante, tenía clara una cosa. El mundo estaba cada vez más loco. Menos mal que cualquier día de estos se jubilaría; y menos mal, de verdad que sí, que seguía existiendo el vodka.

jueves, 11 de mayo de 2023

87.- El calvo explica la farsa

    Unos minutos después, todo estaba aclarado.

    - ¿Pero cómo coño se te ocurre?

    La verdad es que Gutiérrez seguía sin dar crédito a lo que le acababa de contar el calvo. Menudo cabrón estaba hecho.

    Tras las amenazas iniciales, el calvo había llevado a Gutiérrez y a Hortensio a su centro de operaciones. Un ordenador portátil, unos auriculares, una conexión a la red, y poco más.

    - He entrado en el sistema de la Seguridad Nacional y he introducido informaciones falsas sobre una supuesta bomba nuclear que se encontraría aquí mismo. Como en "Juegos de Guerra". Mola, ¿verdad?

    - No mola nada, capullo.

    - Voy a crear una App, fácilmente descargable, para que cualquiera que quiera pueda enviar una amenaza virtual a cualquier sistema de seguridad del mundo. Esto va a ser la bomba.

    Gutiérrez, más allá de la referencia cinematográfica, y más allá del juego de palabras del calvo con eso de la bomba, de lo que de verdad tenía ganas era de volver a casa y echarse un buen trago de vodka entre pecho y espalda. No uno virtual. Uno de verdad.

    - Anda, Hortensio, detén a este tío y vámonos ya de aquí.

    - ¿Va a venir la prensa? Me voy a forrar publicitando mi App.

    - Cállate, imbécil.

    Lo único bueno, pensaba Gutiérrez mientras salían, es que los de la Central de Inteligencia iban a hacer un ridículo espantoso cuando esto se supiera. Solo de pensarlo, Gutiérrez sonreía. Hasta le estaba empezando a apetecer que, como pedía el calvo, fuera llegando la prensa...

jueves, 4 de mayo de 2023

86.- Todo es nada

    La verdad es que el calvo sonriente daba mucha grima. Gutiérrez lo tenía claro.

    - ¿Así que se declara culpable?
    - Sí, sí, sí, por supuesto.
    - Queda entonces detenido. Hortensio, las esposas.
    - ¡Genial! ¡Fantástico! Esto es como en una película. ¿No va a leerme mis derechos?
    - Que te jodan.

    El tío parecía que estaba en mitad de una fiesta. Como si la realidad fuera una película, había dicho. Una película mala, en cualquier caso. Gutiérrez, desde luego, estaba hasta los cojones de su papel en ella.

    Y lo peor era que la cosa no había terminado. Ahora venía lo más difícil. Había que hacerle confesar.

    - Vamos, maldito cabrón. Confiesa dónde tienes el detonador, y dónde la bomba.
    - Uy, qué emocionante...
    - Que dejes de decir gilipolleces y confieses ya, si no quieres que te muela a hostias.

    Qué poco le gustaban los listillos. Y el mundo estaba lleno de ellos. Gutiérrez analizó la situación. Hortensio le había esposado las manos a la espalda, y las agarraba con fuerza. El calvo estaba a huevo para recibir la primera en toda la nariz. Pero Gutiérrez era un tipo paciente, y la experiencia le había enseñado a escuchar antes de soltar la mano.

    - Agente, es usted un fiera.

    ¿Agente? ¿Un fiera? Lo que faltaba. Estaba ya Gutiérrez abriendo la mano para arrear la bofetada cuando el calvo por fin se puso serio.

    - Espere, espere... Eso no será necesario.
    - Así me gusta -dijo Gutiérrez. Por un momento, fue él quien sonrió-. El detonador y la bomba.
    - No hay detonador y no hay bomba- contestó el calvo. - Es todo mentira. Deje que le explique.

    Una vez más se habían cambiado las tornas y era aquel soplapollas el que sonreía.