Los casos del Comisario Gutiérrez
Se reclinó ante el escritorio de su despacho, se encendió un cigarrillo y observó el infinito. Alguien llamó educadamente a la puerta. "Comisario", le dijeron, "alguien quiere verle". "Seguro que no es para nada bueno", pensó él, "nadie me llama para nada bueno". Sin embargo, de sus labios solo brotaron las palabras "¡que pase!". Y no era ninguna rubia despampanante, por supuesto. Eran problemas. Más problemas. "¡Mierda!", pensó. Y aspiró otra calada.
lunes, 8 de abril de 2024
108.- Desesperación en la cancha de baloncesto
miércoles, 13 de marzo de 2024
107.- Qué efímero es el dulce aroma de la satisfacción
Por alguna razón el día marchaba bien. Tranquilo, placentero, si es que puede provocar algún placer pasar la mañana en el despacho.
Los astros se habían alineado y, milagrosamente, una calma chicha reinaba en la comisaría.
Gutiérrez había decidido disfrutar la ocasión y, mientras llegaba la hora del almuerzo, en la que pensaba bajar al bar a por alguna copita de licor, se había acomodado en su silla, con los pies sobre la mesa, se había encendido un cigarrillo y se había puesto a curiosear entre las noticias deportivas y de la prensa del corazón.
Como decía Sherlock Holmes: "En los sucesos más triviales se encuentran los mayores misterios". Algo parecido decía también Streller, pero a este último no le gustaba tanto citarlo, no fuera a ser que se creyera importante, y todo, el tío...
Alguien, entonces, llamó a la puerta, sobresaltando a Gutiérrez y sacándolo abruptamente de sus reflexiones.
Gutiérrez espero a ver la cara de Hortensio, que vendría con cualquier bobada, para comenzar con su habitual sarta de improperios. Pero no solo la puerta permaneció cerrada sino que, al otro lado, alguien volvió a llamar.
El comisario, entonces, se levantó, molesto. En primer lugar, por tener que levantarse; en segundo, porque si no abrían era porque se trataba de un desconocido. Es decir, problemas.
Ya refunfuñaba mientras se acercaba. Lo que vio al abrir, no obstante, le hizo enmudecer.
Ahí delante tenía a un gigante enorme, de más de dos metros, y con cara de muy pocos amigos.
"Maldita sea", pensó Gutiérrez. "Se acabó la paz...".
miércoles, 6 de marzo de 2024
106.- Extrayendo conclusiones
Gutiérrez estaba en éxtasis. Recostado en la silla de su despacho, con los pies sobre la mesa, le daba caladas al enésimo cigarrillo de la mañana mientras, de tanto en tanto, daba tragos furtivos a la petaca, llena de vodka.
- Hoy estamos a gusto, ¿eh, comisario? -preguntó Hortensio mientras entraba en el despacho.
Después de aguantar los llantos del Plenilunito y de meterlo en una celda, y después de echar a patadas al vecinito pesado, al agente indignado y al macguffin de la limpieza, habían salido a celebrarlo. Hortensio, Mel, Streller y él, Gutiérrez. Como si fueran colegas. No habían dejado un bar abierto.
- No os creáis que esto se va a repetir muy a menudo -les gritaba Gutiérrez con voz de beodo mientras los demás se partían de la risa. - Mañana volvemos al tajo. El crimen no descansa.
Ahora Gutiérrez tenía una resaca de la hostia. El crimen no descansaba, pero a él se le cerraban los ojos por momentos. Utilizaba el vodka para mantenerse despierto y alejar el dolor de cabeza, dos remedios en uno.
Genial brebaje, digno de dioses.
- Pensé que estaría enfrascado en una nueva lectura -dijo Hortensio, irónico.
Gutiérrez sonrió.
- Os engañé a todos, ¿eh? Pensabais que me había enganchado al bodrio de novela del Plenilunio, ¿verdad? Pues no, me había enganchado al bodrio de su testamento.
Hortensio asintió.
- Absolutamente, comisario. Fue buenísimo. Y todo ese teatrillo para crear tensión, y esas referencias a Poe. No le tenía por un conocedor de las técnicas teatrales, ni de la literatura decimonónica.
Gutiérrez se echó un poco más hacia atrás.
martes, 20 de febrero de 2024
105.- El dedo acusador
Gutiérrez se divertía como un niño.
- ¿Cómo? -preguntaron al unísono varios de los presentes.
- Que todos buscaban la carta en lugares ocultos, y nadie pensó que la carta estaría en un lugar fácilmente deducible.
- Ah... - respondieron.
miércoles, 14 de febrero de 2024
104.- La disertación
Gutiérrez dio otra calada a su pipa y observó el rostro anonadado de todos los presentes.
- Les he reunido aquí, caballeros... porque ya he encontrado al asesino de Roberto Plenilunio.
Se levantó una ola de susurros entre los presentes.
- Es más, el asesino se encuentra presente entre nosotros... y lo puedo demostrar.
La ola de susurros se transformó en un silencio de interés y expectación. Había que ver la cara del vecino de la víctima, del hombre de la limpieza, del agente y del hijo. Hasta los compañeros de fatigas de Gutiérrez mostraban el mayor interés en comprobar qué se traía entre manos el comisario...
Gutiérrez dio otra calada a la pipa y se apoyó sobre la mesa, buscando comodidad. Estaba disfrutando como un niño, y se le notaba.
- ¿Quién? -preguntó el vecino.
- Dupin, el detective -contestó el agente-. Calla y deja que hable.
- En efecto. Dupin, el detective, la creación de Edgar Allan Poe.
miércoles, 7 de febrero de 2024
103.- Una reunión y una revelación
Pues el encargado de la limpieza de la casa de Roberto Plenilunio fue el último en llegar. La verdad es que su cara al entrar y encontrarse el tinglado, y la cara de todos los presentes al verlo a él, eran sendos poemas. Podían recopilarse en un cancionero, el "Cancionero de Plenilunio".
El vecinito pesado, por supuesto, había sido el primero en llegar. Anda que iba él a perderse el mambo. Hortensio lo invitó a sentarse. Luego llegaron Mel y Streller, y Tomás Plenilunio, y el agente del escritor asesinado. En total, ocho personas hacinadas en aquella sala de reuniones, todas inquietas, todas nerviosas, todas expectantes ante lo que, suponían, iba a suponer la revelación del nombre del asesino.
¿Para qué si no iban a convocarlos a todos en comisaría?
Solo Gutiérrez mantenía la calma. Aunque, bien mirado, podría decirse que actuaba de una forma extraña.
Hortensio, de hecho, no daba crédito a lo que veían sus ojos.
Desde que había sacado Muerte bajo el sol de la casa de Plenilunio, se encontraba enfrascado en su lectura de una manera tal que a Hortensio le daba pena interrumpirle. ¡A él, a Gutiérrez, que no había leído en su vida ni las frases pintadas en las puertas de los aseos!
- Chsss... calla, Hortensio, que estoy leyendo -respondió este.
Es que ya están todos aquí...
El comisario Gutiérrez, entonces, alzó la vista. Parecía sorprendido ante la presencia de tanta gente.
- Oh, vaya, disculpen, caballeros.
"¿Disculpen, caballeros?" Hortensio empezó a pensar que a su Gutiérrez se lo habían cambiado. Más todavía cuando se sacó una pipa del bolsillo, la encendió y empezó un discurso que, con el tiempo, se convertiría en memorable.
lunes, 29 de enero de 2024
102.- El lugar del crimen
- Joder, qué pesado.
La verdad es que el vecino parecía un poco inquietante. Más de la cuenta. Con gusto le cruzaba la cara Gutiérrez, para que mirara para otro lado.
- Que sí, que ha sido él quien nos ha puesto sobre la pista, pero esto ya es demasiado...
Gutiérrez y Hortensio entraban en la casa de Plenilunio. Otra vez en la casa del crimen. Para ello había que levantar el precinto, o agacharse para pasar por debajo. El caso es que ahí estaba el dichoso vecinito, asomado a la ventana, saludando como si fuera un colega.
- Este tío no entiende que somos agentes de la ley. Creo que le convendría dormir alguna noche en el cuartelillo. ¿Lo detenemos con cualquier excusa?
Hortensio asintió levemente, sin hacerse directamente partícipe de los planes de Gutiérrez, y más preocupado por entrar en la vivienda de Plenilunio que por lo que quedaba fuera.
- Esto es un desastre...
La verdad es que lo era. Todo removido, todo fuera de su sitio, los muebles patas arriba, el sofá desmigajado.
- El que ha entrado venía con ganas de destrozar, comisario. O buscaba algo -comentó Hortensio, asombrado.
- Lo buscaba. Y no lo encontró, porque aquí no ha dejado objeto sin comprobar.
Pasearon por el dormitorio, por la cocina, donde todo estaba, también, manga por hombro.
- Muerte bajo el sol, comisario.
- ¡Qué original!
Hortensio vio entonces, con sorpresa, cómo Gutiérrez recogía del suelo un ejemplar de la mencionada novela, la abría, leía algunas líneas, sonreía entusiasmado, la cerraba bruscamente y se la guardaba.
- Vaya, comisario, no le tenía por un apasionado de la lectura...
Hortensio se preguntó si Gutiérrez iba a crear un club de lectura.
- La solución a esto ya se acerca, Hortensio. Y nunca viene mal un buen McGuffin...