jueves, 30 de junio de 2022

77.- Ataúlfo

    Hortensio se acercó a Gutiérrez con cara de resignación.
    
    - Comisario...

    Gutiérrez fumaba un cigarrillo, sumido en sus pensamientos.

    - Comisario...

    Gutiérrez seguía sin moverse.

    - Comisario, ¿está usted bien?
    - Joder, Hortensio, qué pesado eres... - contestó Gutiérrez volviendo de su ensimismamiento. - ¿No ves que estoy pensando? A ver, qué quieres...
    - Está aquí el autor.
    - ¿El autor?
    - Sí, Ataúlfo Cisneros, el autor de la obra robada...
    - ¿No estaba en Costa Rica?
    - Ha adelantado su vuelo cuando ha conocido la noticia.

    Gutiérrez carraspeó con un cierto gesto de disgusto.

    - En fin, tráelo, a ver qué nos cuenta.
    - Comisario...
    - ¿Qué?
    - Que sepa que el autor es un tipo especial...

    Gutiérrez se mesó los cabellos, suspiró con desesperación, aspiró la colilla, la tiró y se encendió otro cigarro. Lo que faltaba ahora. Otro excéntrico.

    Ataúlfo irrumpió como un ciclón. Sus gritos resonaban en la estancia como lamentos prometeicos.

    - ¿Por qué? ¿Por qué, Comisario?

    Cayó de rodillas, tocó el suelo con la frente, se arañó el rostro, se rasgó las vestiduras (una camisa de seda que parecía carísima), alzó las manos al cielo.

    - ¿Por qué?
    - Ataúlfo...
    - ¿Por qué?
    - Señor Cisneros...

    Ataúlfo se sacó un pañuelo, se secó las lágrimas, se sonó los mocos y trató de recomponerse.

    - Dígame, Comisario...
    - ¿Sabe quién puede haber robado la obra? ¿Algún enemigo? ¿Algún envidioso?
    - No... -contestó Ataúlfo entre hipidos. - Esa obra es toda mi vida, el mayor fruto de mi genio artístico, años de reflexión y de trabajo, un chispazo de inspiración, rompedora, reivindicativa, actual y eterna a un tiempo...
    - Vale, vale. - Gutiérrez detuvo bruscamente la retahíla de Ataúlfo. - Ya veo que está dolido y que no sabe nada... Haremos lo posible.

    Gutiérrez se fue resoplando, dejando atrás a Ataúlfo, que había vuelto a plañir y se arrojaba al suelo, revolcándose de dolor. Con esas ayudas no iba a resolver el caso en la vida.

    Tenía que dejar de entrevistarse con gente rara y centrarse en encontrar al empleado de la limpieza nocturna.

miércoles, 22 de junio de 2022

76.- ¿Y el otro chico de la limpieza?

              Gutiérrez empezó a sentir esa náusea que le subía por el estómago cada vez que se arrepentía de la profesión que había elegido, lo cual sucedía bastante a menudo. Amadeo se secó las lágrimas y suspiró.

    De repente, pareció como si el encargado de la limpieza hubiera tenido una iluminación:

              - Comisario…

              - ¿Sí? -contestó Gutiérrez, de mal humor y aspirando un cigarrillo.

              - ¿Le ha preguntado al limpiador de la noche anterior?

              Gutiérrez miró a Amadeo, buscó un cenicero, no lo encontró a mano, tiró la colilla al suelo y la aplastó con la suela de su zapato. Ya la recogería el de la limpieza.

              - ¿Qué limpiador, Amadeo? ¿Ahora me vienes con estas? No me jodas…

              El encargado, más acojonado que tímido, expuso con dificultad.

              - Alguien había estado la noche anterior. Alguien había estado limpiando. De hecho, se había dejado los materiales tirados de cualquier manera en mitad de la sala. Una escoba, una fregona con un cubo lleno de agua sucia, una mopa…

              Gutiérrez no daba crédito.

              - ¿Una mopa? Una mopa voy a coger yo para darte por la cara, Amadeo… Desde luego…

              - No había caído, comisario. Lo recogí todo y me puse a lo mío…

              Gutiérrez ni contestó. Se dio la vuelta y al primero que encontró en su camino le soltó a gritos:

              - ¡Buscadme, in-me-dia-ta-men-te, al encargado de la limpieza que cerró anoche el museo!