domingo, 3 de noviembre de 2019

65.- Ya estoy aquí...

     Hortensio entró en el edificio abandonado y notó un olor extraño, como a rancio, como a cerrado. Pensó que era algo normal en un edificio abandonado, pero luego vio paredes derruidas y un techo a medio caerse por el que se renovaba el aire del interior y dedujo que tenía que haber algo más.

     Allí olía a sangre, a sudor, a orines y excrementos. Allí olía a muerte.

     Hortensio pasó varias salas llenas de basura y escombros hasta que dio con algo que atrajo su atención. Unas escaleras descendían a algún lugar oscuro que sus ojos no llegaban a captar y que suponía un sótano, un garaje o cualquier dependencia subterránea del edificio.

     Se alegró de haber traído una linterna. La encendió.

     Los escalones estaban limpios. Aquello no era normal.

     Tampoco fue normal, por cierto, lo que ocurrió a continuación. Hortensio comenzó a descender hasta que un objeto contundente le golpeó en la nuca.

     Entonces, a pesar de la linterna y aunque se hubieran congregado diez soles, todo a Hortensio se le volvió negro como el carbón, incluido su futuro.

     Eso pensaba, al menos, cuando perdió el conocimiento.