viernes, 18 de marzo de 2011

2. Una rubia despampanante

Odio los miércoles. No quiero decir que los lunes, o los jueves, o los domingos sean mucho mejores, pero odio los miércoles, simplemente, ahí cómodamente situados en medio de la semana, con esa apariencia de calma aseada y sosiego. De modo que aquel miércoles, como tantos otros, me encontraba dedicándome con suma perseverancia a la misión de dormitar en mi despacho cuando el Morales vino a perturbarme.

- Señor, le buscan.
- ¿Quién coño me busca?
- No lo sé, Señor, no se ha presentado, solo ha preguntado por usted. Es una mujer.

Morales había dicho "una mujer" como si hubiera querido decir "un extraterrestre megacéfalo", con una extrañeza evidentemente derivada de la falta de costumbre. Yo, por si acaso, me incorporé en mi silla, me atusé ligeramente el pelo, carraspeé para comprobarme la voz y expandí por el despacho un suave perfume de azahar que tapase, al menos en parte, el olor a tabaco y vodka.

Acababa de ponerme perfectamente cómodo cuando apareció en la puerta una rubia impresionante de ojos enormes y anchas caderas que agitaba con gracia a cada paso, piel sumamente pálida y labios rojos como el fuego del infierno.

Inmediatamente vinieron a mi mente la Kim Basinger de L.A.Confidential, la Scarlett Johansson de La dalia negra y no sé cuántas otras mujeres fatales de novela negra. Pensé que se sentaría frente a mí, que cruzaría sus interminables piernas a lo Sharon Stone, que se encendería un cigarrillo y que me contaría un bulo sobre cualquier caso que, a la postre, resultaría una cortina de humo para cualquier otro tipo de asunto que pusiera de manifiesto sus dotes manipuladoras.
La rubia dio un par de pasos hacia mí, me observó, frunció el ceño y, en lugar de ofrecerme el escote e introducirme en un sucio mundo de delincuencia, traiciones y perversión dijo con desilusión:

- Oh, disculpe, creo que me he equivocado. Busco a Modesto Gutiérrez, es para renovar el D.N.I...

"Disculpe", dijo, la muy cursi. Disculpe. Y estuve por decirle que yo era el jodido Modesto ese, y que total, que en la comisaría todos los Gutiérrez son iguales e intercambiables, que no se preocupara. Pero la verdad es que tener que tramitar la renovación de un D.N.I. no es precisamente el mejor argumento para una novela policíaca, aparte de que es un trabajo estúpido que no me corresponde hacer. Así que despaché a la rubia mandándola a la sección correspondiente, y ella se fue como vino, sin más ni más.

A la mierda mi sórdida y peligrosa aventura.

Me encendí un cigarro para ir borrando el asqueroso hedor a azahar que impregnaba la habitación y llamé a Morales para echarle una bronca, aunque ni yo mismo sabía muy bien por qué...