Se reclinó ante el escritorio de su despacho, se encendió un cigarrillo y observó el infinito. Alguien llamó educadamente a la puerta. "Comisario", le dijeron, "alguien quiere verle". "Seguro que no es para nada bueno", pensó él, "nadie me llama para nada bueno". Sin embargo, de sus labios solo brotaron las palabras "¡que pase!". Y no era ninguna rubia despampanante, por supuesto. Eran problemas. Más problemas. "¡Mierda!", pensó. Y aspiró otra calada.
viernes, 28 de mayo de 2021
73.- De Comisario a Comisario
miércoles, 19 de mayo de 2021
72.- La normalidad
- Han robado una de las obras de arte expuestas en ARCO, en la Feria de Arte Contemporáneo.
Gutiérrez resopló. El robo de obras de arte siempre implicaba una investigación incómoda. Demasiado interés mediático, piezas de demasiado valor. Lo bueno era que el mercado negro del arte es limitado. No todo el mundo tiene los medios para pagar esos precios, y menos para hacerlo por una obra que ha de mantener a escondidas, a sabiendas de que se trata de un objeto robado y de que su posesión es un delito.
- ¿Cómo ha sido la cosa, Eulalia?
- No tengo gran información. La denuncia ha llegado esta misma mañana. Me temo que, cuando han ido a abrir la exposición al público, una de las obras había desaparecido.
- Supongo que habrá que presentarse en la Feria... avísales de mi llegada.
- Comisario... ¿está seguro de que se encuentra en condiciones? ¿No es aún demasiado pronto?
Gutiérrez silenció a Eulalia con una mirada abrasadora.
- Mira, Eulalia... ¿cómo te explico esto?
- No hace falta, Comisario. No he dicho nada -contestó rápidamente la secretaria, con un leve temblor en la voz. Si algo había aprendido trabajando con Gutiérrez era, en primer lugar, que siempre convenía no irritarlo; en segundo lugar, que el tío era cabezota como él solo, y que era inútil hacerle cambiar de idea.
- Dile a Hortensio que acuda también. Nos encontraremos allí.
- Pero...
- Qué pasa ahora...
- Hortensio está de baja, Comisario. Se supone, por cierto, que usted también.
Gutiérrez respiró profundamente, como si se estuviera armando de paciencia, o como si estuviera a punto de estallar.
- A ver, Eulalia... ¿estoy aquí?
- Sí.
- ¿Voy a ocuparme del caso?
- Así es...
- Entonces, ¿qué bajas ni qué hostias? Llama a Hortensio y dile que se plante en ARCO cagando leches, maldita sea...
Eulalia se puso a ello. Gutiérrez le dio un par de caladas al cigarro y saboreó con placer la vuelta a la normalidad.
miércoles, 12 de mayo de 2021
71.- Volver a empezar
Nadie le decía nada. Y que se atrevieran, vamos. Que se iban a enterar.
A Gutiérrez le gustaba ver que todavía imponía respecto. Mira que había entrado en la comisaría con esas pintas de recién liberado de un campo de concentración, con la cara hecha un cristo y el cuerpo molido a palos... Eso sí, nadie se había atrevido a rechistarle.
Lo veía en las caras, no obstante. Esas caras que denotaban sorpresa cuando se cruzaban con él ("Qué hace aquí Gutiérrez, si tendría que estar en cama"), sorpresa y reproche ("El médico le habrá dicho que no se mueva en dos semanas y aquí está, a la mañana siguiente, el cabezota"), sorpresa, reproche y, por qué no decirlo, un puntito de admiración ("Y viene dispuesto a retomar el trabajo, qué cojones tiene el tío").
Lo había visto en la cara de Eulalia, que lo miraba con una compasión que casi daban ganas de decirle algo, Eulalia, joder, deja de mirarme así que te vas a echar a llorar, parece mentira que trabajes en una comisaría; en los compañeros, que le daban palmaditas en los lastimados hombros mientras le decían palabras de amigo, muy buena, machote, qué grande, Gutiérrez, para luego girarse y empezar a cuchichear, míralo, si está hecho jirones...
En fin, que se metió en su oficina, se alegró al comprobar que aún quedaba algo de vodka en el cajón, y le dio un buen trago mientras se encendía un cigarrillo. Hogar, dulce hogar. No hay como regresar a Kansas, Totó. Aunque el mundo, desde el hogar, siguiera siendo un puto desastre. En eso, pensó Gutiérrez, le iba a tocar ser más como Odiseo que como Dorita, y empezar a cargarse rápido a los gilipollas que habían perturbado la paz que esperaba encontrar en su ansiada Ítaca.
Gutiérrez descolgó el teléfono.
- ¡Eulalia!
- ¿Comisario? -dijo la voz de la secretaria al otro lado de la línea.
- ¿Qué tenemos hoy?
- Nada, Comisario.
- ¿Nada? ¿Te crees que me chupo el dedo o qué? Deja de tratarme como a un bebé enfermo y dime ya qué tenemos.
- Bueno, Comisario. En realidad...
Eso es. Algo había pasado. Estaba claro. No hay día en que algún capullo no trate de quebrantar la ley y el orden. Gutiérrez ya empezaba a salivar...