miércoles, 5 de mayo de 2021

70.- Anticlímax hollywoodiense

    No tardaron en oírse las sirenas. Como es costumbre, inmediatamente después de que el asesino haya sido eliminado. Rápidamente entraron oficiales de policía que se dispusieron a registrar el edificio abandonado, aunque Gutiérrez ya sabía que aquello no iba a servir para nada. Las herramientas de Morales, las pruebas de su horror, estaban ante él. También estaba ante él el cadáver del asesino. Como debe ser.

    Llegaron también los equipos sanitarios. Cogieron a Gutiérrez, a Hortensio y a Streller y los sacaron fuera. Los sentaron en ambulancias, les dieron unas mantitas para que se protegieran del frío y les llevaron unos Starbucks bien calientes.

    Joder, hasta unas mantitas les dieron...

    Gutiérrez se habría reído en su cara. Unas mantitas, un café... vaya panda de moñas. Se diría que habían establecido los protocolos de seguridad viendo películas de acción. Gutiérrez se habría reído de ellos, sí, pero no lo hizo. En primer lugar, porque estaba agotado y dolorido, y en esas circunstancias, parece mentira, pero la mantita se agradece y el café reconforta; en segundo lugar, porque en esa situación se sentía un poco como John McClane al final de cualquiera de las junglas de cristal. Y eso molaba...

    Eso sí, el héroe no había sido él. Miró a Hortensio, magullado; a Streller, con un buen golpe en la cabeza; a Mel, que no cabía en sí de gozo. Menuda novela podría escribir ahora. Lo que podría haber hecho John McClane con un equipo como ese...

    Eso sí, como el protocolo le pusiera delante un psicólogo que empezara a hacerle preguntas, se iban a enterar. Por eso sí que no pasaba. Trastorno de estrés postraumático... los cojones. En cuanto pudiera se reincorporaba al curro. Vamos, habría que ver a John McClane dándole hostias verbales a algún psicólogo pusilánime...

    Solo de pensarlo, Gutiérrez se reía a carcajadas. Joder, qué bien sabía esa mierda de Starbucks...

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