domingo, 13 de diciembre de 2015

44.- Ring, ring

- Ring, ring.

Otra vez el teléfono sonando.

- Ring, ring.

Gutiérrez se muerde las uñas, se mesa los cabellos, da un puñetazo en la mesa.

- Ring, ring.
- ¿Qué quieres, gilipollas? ¿Quién eres? Ya estoy hasta los cojones de ti y de tus llamaditas. O me dejas en paz desde ya mismo o te voy a encontrar y te voy a reventar la cara a hostias, cabrón de mierda.

Silencio al otro lado de la línea.

- ¿Me oyes, capullo?

Entonces sucede algo que no había sucedido en ninguna de las llamadas anteriores, del centenar aproximado de llamaditas pesadas que Gutiérrez había estado recibiendo a diario. Gutiérrez oye algo. Algo de fondo, un sonido sutil, casi inaudible.

Parece una risa, contenida e histérica.

Gutiérrez cuelga el auricular del teléfono con un golpe brusco, coge el aparato y lo tira a cualquier parte. El aparato vuela y rompe una de las vitrinas del salón, la que contenía las copas de champán. Pocas de ellas quedan con vida.

A la mierda. A la mierda todo.

El asunto se empieza a hacer insoportable. Gutiérrez decide que ya va siendo hora de entrar en acción. Casi preferiría una amenaza, un atentado, un anónimo. Esta estrategia de las llamadas telefónica le saca de quicio. "Exactamente lo que pretenden", piensa.

Pero eso se ha acabado. Mañana comienza a buscar al culpable. Y, curiosamente, sabe por donde empezar. Un nombre resuena en su mente... esa risita... Morales... Morales...