Habían regresado a la comisaría. La casa de Plenilunio había quedado sellada, y la escena del crimen iba a ser convenientemente analizada. Gutiérrez no daba un duro por que de allí saliera algo en claro.
- La familia. Una exmujer y un hijo.
- ¿Algo que rascar por ahí?
- Lo podemos intentar, pero, aparentemente, está difícil. La mujer vive en los Estados Unidos y de allí no ha regresado en, al menos, el último año. Con el hijo, por lo visto, se veía poco. No es que se odien, pero tampoco tenían una relación muy estrecha.
- ¿Algo más?
- Una legión de seguidores.
Esto lo había dicho Mel, también presente. El escritor no dejaba lugar a dudas: él era uno de esos seguidores.
- Quien es muy querido, es también muy odiado -certificó Gutiérrez. - Cosas del ser humano, a tenor de mi experiencia como ser vivo en este mundo.
- ¿Se está poniendo filosófico, comisario? -preguntó Hortensio.
- Que te jodan, mindundi -filosofó Gutiérrez.
Acto seguido, se incorporó y comenzó a dar órdenes.
- Su agente literario. Ya ha pedido hablar con usted.
- Uf, qué poco me gusta tratar con pedantes estirados. ¿Por qué detrás de cada asesinato siempre hay alguien queriendo hacerse el interesante?