lunes, 26 de junio de 2023

92.- Pesquisas por aquí, pesquisas por allá

     - ¡Roberto Plenilunio! -había dicho Mel nada más llegar, palmeando como una quinceañera fanática. - ¡Me encanta!
    - Te encantaba, Mel -le había contestado Gutiérrez sin sacarse el cigarrillo de la boca. - Ahora está muerto.
    - ¿Muerto?
    - Ha sido asesinado.
    - ¡Genial! ¡Un asesinato! ¡Como en sus novelas! Este Plenilunio, genio y figura. Solo él podía pergeñar un final como este.

    A Hortensio no dejaba de parecerle preocupante esa alegría con la que su jefe y su colaborador se tomaban la confirmación de un crimen. Él, de todos modos, se encogía de hombros y seguía a lo suyo. Mientras Mel trataba de sacar información del ordenador de la víctima, él se dirigió al comisario.

    - No hay restos del arma del crimen en la casa, comisario. Nada fuera de su sitio. Hasta la cuchillería de la cocina está perfectamente ordenada. Tampoco hay nada en los contenedores de basura de los alrededores.

    Gutiérrez chasqueó la lengua.

    - ¿Y el ordenador, Mel?
    - Aquí no hay nada, comisario. Limpio como una patena. Ni un archivo entre sus documentos, ni un correo electrónico en su bandeja, ni una foto en la nube.
    - Extraño para un escritor, ¿no?
    - Extrañísimo. Lo que daría por ver los archivos de sus escritos.
    - Y yo, Mel, y yo...

    Gutiérrez, con fino olfato de sabueso a pesar de su querencia al tabaco, empezaba a intuir por donde iban los tiros.

    - A ver, chicos, decidme cuanto antes con quién se relacionaba este Plenilunio...

jueves, 8 de junio de 2023

91.- La primera impresión es la que confunde

    Gutiérrez observó el cadáver con escepticismo.

    - Aquí lo tiene, Comisario.
    - Ya lo veo, Hortensio, ya lo veo.

    Era difícil no verlo, desde luego. Un cadáver en el más pleno sentido de la palabra.

    El cuerpo yacía recostado sobre un sillón, con el cuello algo inclinado hacia atrás, la cabeza algo torcida a la derecha y la garganta algo cercenada, de lado a lado, sin piedad.

    - ¿El arma del crimen? -preguntó Gutiérrez.
    - No la hemos encontrado.

    Genial. Primera cosa en la que entretenerse.

    Si no fuera por esa garganta abierta y esa sangre, ahora seca, que había manado de ella y que le había puesto la camisa hecha unos zorros, se diría que la víctima se había quedado, simplemente, dormida mientras trabajaba.

    Ante el sillón se extendida una mesa enorme de madera de roble. Maciza, como las de los grandes salones decimonónicos. "Esto cuesta una pasta, seguro", fue lo primero que pensó Gutiérrez. Sobre la mesa, una caja con bolígrafos y otros enseres propios del arte de la escritura, papelajos de todo tipo, escritos o no, apilados bajo un pisapapeles con forma de tucán, y un ordenador.

    - Lo primero, Hortensio: toma nota de lo que te digo. ¡No cojas papel de la escena del crimen, mastuerzo! ¿No tienes tú?
    - Sí, sí, claro, Comisario...
    - Si es que... Busca el arma. Bajo la mesa, en la habitación, en la casa, en la basura, en los alrededores.
    - ¿Qué arma?
    - La del crimen, Hortensio.

    Gutiérrez buscó con la mirada un abrecartas, un atizador de chimenea, un rollo de hilo dental, cualquier típica arma de un crimen. Nada.

    - ¿Qué hay en el ordenador?
    - Parece que nada. Está apagado.
    - Que lo miren bien.
    - De acuerdo.
    - Y por último...
    - ¿Sí?
    - Llama a Mel. Le quiero ver aquí ipso facto.
    - ¿A Mel? ¿Al escritor?
    - ¿Conoces a otro Mel?

    Hortensio calló y tomó nota. Gutiérrez se rascó una ceja.

    - Por cierto, ¿quién era la víctima?

jueves, 1 de junio de 2023

90.- Un asunto real

    - Pero hay un muerto de verdad, ¿no?
    - Sí, Comisario.
    - Con cadáver y todo...
    - Claro, Comisario. El cadáver está ahí, todavía no ha sido levantado...
    - Sí, joder. Por fin un puto cadáver.

    Gutiérrez se frotaba las manos ante la mirada atónita de Hortensio, que no terminaba de entender por qué su superior disfrutaba con la existencia de más asesinatos.

    Él, que siempre había lamentado los inconvenientes de este "trabajo de mierda", como él decía.

    Hortensio nunca entendería que, para hacer un trabajo, por mi desagradable que sea, lo principal es que haya trabajo que hacer. Si no hay trabajo, no tiene sentido trabajar. Gutiérrez ya estaba harto de falsas alarmas, de locos embobados, de artistas contemporáneos, de robos que eran confusiones, de apocalipsis de mentira. "El mundo se está yendo al carajo", pensaba. "Ya hasta los criminales son estúpidos posmodernos".

    Así que, ahora sí, tendría que enfrentarse a un crimen real. Hacía tiempo que no se veía en una de estas. Casi desde aquella en la que casi la palma...

    - Bueno, ¿vamos ya?
    - Claro, Comisario.
    - Rápido, que tenemos un caso que resolver.

    Hortensio flipaba por dentro y obedecía por fuera.

    Así que se pusieron en marcha.