jueves, 15 de septiembre de 2011

11. Sospechosos habituales

- ¿Qué va a ser?
- Un vodka doble con hielo, un cenicero grande y unas respuestas.
- ¿Y usted?
- Un zumo de zanahoria.
- Coño, Morales, no seas nenaza, hombre...
- El zumo de zanahoria está bueno, jefe. Y además tiene vitaminas.
- Joder, Morales.
- ¿Me va a preguntar por el asesinato? Un colega suyo ya estuvo por aquí hace un par de días...
- ¿Un colega mío?
- Sí, otro periodista, uno con un apellido alemán.

Mierda.

- Esto... ¿me dice su nombre, por favor?
- Santiago.
- A ver, Santiago, a ver si nos entendemos... Comisario Gutiérrez, para lo que guste. No soy periodista, como puede comprobar, sino policía.
- Ah, policía, bueno, en ese caso... pensé que los policías no beben estando de servicio.
- Eso es en las películas.

Desde luego, cómo odiaba a los camareros listillos.

- De todos modos, para un manual de buena conducta, aquí tiene a mi compañero.

Morales despertó del trance hipnótico en el que le había sumido chupar el zumo de zanahoria con la pajita.

- Bueno, a lo que vamos, supongo que usted vio al asesino.
- Sí, estuvo por aquí, se bebió una copa y habló con la víctima. Salieron juntos.
- ¿Algo que pueda recordar?
- No, lo siento, como ya le dije a su compañero, quiero decir, perdón, al periodista, -Gutiérrez suspiró- no recuerdo nada.
- ¿Algún detalle en particular? Barba, gafas...
- Puede que llevara gafas, sí, o perilla, pero puede que no... gafas, sí, quizá, o se las quitó luego, no sé, el caso es que al salir creo que no llevaba...
- ¿Cómo era su rostro, su estatura, su acento...?
- Todo normal. Era un tipo normal, así, como usted...
- ¿Qué insinúa?
- Nada, nada, solo eso, que era normal, no puedo decirle nada más...
- ¿De qué hablaron?
- Ni idea, yo no escucho las conversaciones de los clientes, es de mala educación.

"Pues menuda birria de camarero", pensó Gutiérrez.

- ¿Cree que le reconocería si volviera a verlo?
- Puede ser, quizá no, no sé...

El camarero se fue a atender a otro cliente, Gutiérrez resopló, Morales apuró el zumo.

- Qué tipo tan majo, ¿verdad, jefe?
- Anda, Morales, vámonos de aquí, ya volveremos en otra ocasión. ¿Cuánto se debe?
- Invita la casa -oyó desde el final de la barra.

En fin, eso debía de ser lo único bueno que tenía el barman de las narices.

"Menuda ayuda", pensaba Gutiérrez mientras salían. La cosa comenzaba mal. Y, para colmo, Gutiérrez se subió al coche con la desagradable sensación de estar siendo observado...