- Un vodka doble con hielo, un cenicero
grande y unas respuestas.
- ¿Y usted?
- Un zumo de zanahoria.
- Coño, Morales, no seas nenaza,
hombre...
- El zumo de zanahoria está bueno, jefe.
Y además tiene vitaminas.
- Joder, Morales.
- ¿Me va a preguntar por el asesinato?
Un colega suyo ya estuvo por aquí hace un par de días...
- ¿Un colega mío?
- Sí, otro periodista, uno con un
apellido alemán.
Mierda.
- Esto... ¿me dice su nombre, por favor?
- Santiago.
- A ver, Santiago, a ver si nos
entendemos... Comisario Gutiérrez, para lo que guste. No soy
periodista, como puede comprobar, sino policía.
- Ah, policía, bueno, en ese caso...
pensé que los policías no beben estando de servicio.
- Eso es en las películas.
Desde luego, cómo odiaba a los
camareros listillos.
- De todos modos, para un manual de buena
conducta, aquí tiene a mi compañero.
Morales despertó del trance hipnótico
en el que le había sumido chupar el zumo de zanahoria con la
pajita.
- Bueno, a lo que vamos, supongo que
usted vio al asesino.
- Sí, estuvo por aquí, se bebió una
copa y habló con la víctima. Salieron juntos.
- ¿Algo que pueda recordar?
- No, lo siento, como ya le dije a su
compañero, quiero decir, perdón, al periodista, -Gutiérrez suspiró-
no recuerdo nada.
- ¿Algún detalle en particular? Barba,
gafas...
- Puede que llevara gafas, sí, o
perilla, pero puede que no... gafas, sí, quizá, o se las quitó
luego, no sé, el caso es que al salir creo que no llevaba...
- ¿Cómo era su rostro, su estatura, su
acento...?
- Todo normal. Era un tipo normal, así,
como usted...
- ¿Qué insinúa?
- Nada, nada, solo eso, que era normal,
no puedo decirle nada más...
- ¿De qué hablaron?
- Ni idea, yo no escucho las
conversaciones de los clientes, es de mala educación.
"Pues menuda birria de camarero",
pensó Gutiérrez.
- ¿Cree que le reconocería si volviera
a verlo?
- Puede ser, quizá no, no sé...
El camarero se fue a atender a otro
cliente, Gutiérrez resopló, Morales apuró el zumo.
- Qué tipo tan majo, ¿verdad, jefe?
- Anda, Morales, vámonos de aquí, ya
volveremos en otra ocasión. ¿Cuánto se debe?
- Invita la casa -oyó desde el final de
la barra.
En fin, eso debía de ser lo único
bueno que tenía el barman de las narices.
"Menuda ayuda", pensaba
Gutiérrez mientras salían. La cosa comenzaba mal. Y, para colmo,
Gutiérrez se subió al coche con la desagradable sensación de estar
siendo observado...