jueves, 28 de diciembre de 2023

100.- La navaja de Ockham y una prueba legal

     - Comisario, mire esto.

    Hortensio, que había entrado en el despacho a paso ligero y sin llamar a la puerta, dejó un enorme tocho sobre la mesa de Gutiérrez. Dos mil páginas, calculó este, así a ojo, mientras apuraba el cigarrillo, lo reducía sobre el repleto cenicero, le daba un trago más a la petaca de vodka que siempre guardaba en su cajón, sacaba otro cigarrillo del paquete, lo encendía y aspiraba la primera calada.

    Durante todo el proceso, Hortensio permaneció en pie, inquieto, como si esperara respuesta.

    Gutiérrez lo miró con cara de asco.

    - ¿Pero qué coño quieres que haga yo con este ladrillo, alma de cántaro? ¿Que me lo lea? ¿Que te lo tire a la cabeza? ¿Que me lo coma para desayunar? Dime qué es, anda, y hazme un resumen de su contenido, tú que eres un chico listo.
    - Es un extracto de cuentas bancarias, de operaciones fiscales, de contratos y disposiciones legales. En definitiva, comisario, es la prueba que nos permitirá saber quién se llevaba los beneficios de la marca Plenilunio y, por ende, quién tiene la razón, si Tomás Plenilunio o el agente de su padre.
    - Joder, pues, para ser un extracto, pesa un quintal.
    - Sí, comisario.

    Gutiérrez le dio otra calada al cigarrillo y otro trago a la petaca.

    - ¿Y bien?
    - ¿Sí, comisario?
    - Que me digas a quién tenemos que vigilar.
    - Al agente, comisario.

    Gutiérrez sonrió. Le encantaba que los planes salieran bien. Faltaba que el culpable confesara.

    - De acuerdo, manos a la obra. ¿Hace un trago para celebrarlo? -preguntó mientras le ofrecía la petaca a Hortensio.
    - No, gracias, comisario. No bebo estando de servicio.
    - Joder. Eres un moñas, Hortensio.
    - Sí, comisario.