- Supongo -dijo Paz- que estarán deseando saber la naturaleza de su misión.
Gutiérrez y Hortensio ni siquiera sabían que tenían una misión. Así que optaron por callar. Al no recibir respuesta, el agente Paz decidió girarse y comenzar su explicación.
- Habrán visto, señores, que esta sala está completamente vacía.
Gutiérrez y Hortensio asintieron.
- Los recortes... los malditos recortes. En sus buenos tiempos, esta sala bullía de vida. Secretarias de un lado para otro transmitiendo mensajes; chupatintas frenéticos anotando sin parar. Era la época de la Guerra Fría y la Central de Inteligencia no daba abasto. Ahora no le importamos a nadie. La paz nos ha quitado el trabajo y...
- Disculpe, agente Paz -interrumpió Hortensio-. ¿Me equivoco o teníamos que salvar el mundo urgentemente?
Paz pareció decepcionado por el desprecio a la problemática de su gremio, aunque tuvo que reconocer que algo había de verdad en las palabras del policía. Así que se acercó a una pantalla en la que se reflejaba un mapa de la ciudad.
- Voy al grano. Hemos recibido una amenaza. Alguien tiene una bomba nuclear y está dispuesto a hacerla detonar.
- ¡Coño!
Esto último lo había dicho Gutiérrez, que tras un largo silencio había encontrado por fin algo que decir.
- Hemos dado con el lugar desde el que profirió la amenaza. Es un apartamento en un bloque de pisos. Y está aquí al lado. En su jurisdicción. Su misión es ir a por él y reducirlo antes de que pulse el botoncito.
Gutiérrez resopló.
- Joder, parece fácil, ¿no? ¿Estas cosas no las hacen los Agentes Secretos, 007 y tal?
Ahora resopló Paz.
- Los recortes, amigo. Los recortes...
- Pues vaya mierda...