domingo, 22 de abril de 2012

17. Correo urgente

     El Comisario Gutiérrez cruzó el umbral, cerró la puerta tras de sí y entró en el salón. Uno debería sentirse bien al llegar a casa después de la jornada de trabajo, ese lugar seguro, ese pequeño refugio que cada uno debiera tener frente al cruel mundo exterior. Para Gutiérrez no era así, y bien que lo lamentaba.

     La casa le traía recuerdos, malos recuerdos; la casa le despertaba fantasmas que durante el día, a ratos, conseguía apartar de su mente, pero que entre esas cuatro paredes campaban a sus anchas. Hacía mucho tiempo que Gutiérrez no dormía bien, que no dormía tranquilo; el silencio y la calma, en lugar de relajarle, le transportaban a lugares inhóspitos, su cabeza comenzaba a dar vueltas y a generar un sentimiento angustiante que solo el sonido monótono de la televisión o el aturdimiento del vodka podían calmar. Algo bullía en su cabeza, deseando salir a la primera oportunidad. Algo malvado. Y eso, esa sensación, no se la deseaba a nadie.

     Pero allí estaba, como cada noche, sentado en el sofá, con un puñado de cartas en la mano, las que había recogido del buzón de la entrada. Otra tortura recurrente. Hubo un tiempo en el que las cartas servían para que la gente se comunicara. Ahora solo hablan de estupideces y de malas noticias, como los telediarios. Si por él fuera, eliminaría el correo convencional.

     Empezó a pasar los sobres, uno tras otro: factura, factura, el banco, la luz, publicidad del supermercado de la esquina, de una clínica dental, del restaurante chino, un sobre en blanco...

     Un sobre en blanco es un misterio. Normalmente, y él lo sabía bien, los misterios no traen nada bueno. Para un Comisario de Policía, los misterios son una mierda que siempre trae problemas, y que por lo general acaba mal. En cualquier caso, todo era mejor que el extracto de la cuenta corriente o que el menú del chino...

     Así que abrió el sobre. Una nota. Manuscrita. No conocía la letra. Una nota que le citaba tres días después en el parque de la ciudad, a la hora del almuerzo. Seguro que no era para almorzar, desde luego. Especialmente por las últimas palabras de la nota: "Tengo información".

     "Tengo información". Ya ves. Información sobre qué. "Espero que sea sobre el caso que me ocupa, porque como sea sobre el Ibex35 o la Política Internacional o sobre los Testigos de Jehová mato a quien sea", pensó Gutiérrez.

     Lo que tuvo claro, ya desde aquel momento, es que iría a la cita. Él podía ser un cabrón amargado, pero cuando había que estar, estaba. Siempre. Vaya que sí.