lunes, 18 de junio de 2018

62.- En la mente del secuestrado

     Hortensio se había convertido en el líder de aquel heterogéneo trío que, a la desesperada, conscientes de que el tiempo se les acababa, habían salido corriendo de comisaría a peinar una ciudad que se les antojaba enorme. No es que al ayudante de Gutiérrez le picara el gusanillo de la fama o de la gloria. Se trataba, más bien, de organizar un poco a un reportero y a un novelista que, por muy enterados que estuvieran en historias de policías, no estaban acostumbrados a verse en disyuntivas como la que se les presentaba.

     Y Gutiérrez no estaba, claro. Porque si hubiera estado Gutiérrez...

     Hortensio abrió los ojos y comprobó que Mel y Streller lo miraban raro.

     - ¿Has vuelto ya, Hortensio? Estabas en Babia.
     - Callad -ordenó éste. - Dejadme pensar, hombre...
     - ¿Todavía más tiempo? -preguntó Streller. - A este paso Gutiérrez...
     - Silencio -dijo de nuevo Hortensio con pose teatral.

     Hubo silencio, pues. Lo suficiente para que Hortensio se centrara y volviera al mundo.

     - Hay que entrar en su mente...
     - ¿En la mente del asesino, quieres decir?
     - No, hombre, en la mente de Gutiérrez...
     - Eso sí que es complicado.

     Los tres se miraron. No necesitaron decirse nada. Tenían claro a qué lugar se habría dirigido Gutiérrez si hubiera tenido que deambular por la ciudad sin rumbo fijo, como era el caso. Y Morales también lo hubiera sabido, si hubiera decidido secuestrarlo...

     Todavía estaban pensando mientras se subían al coche y salían a toda velocidad.