domingo, 3 de noviembre de 2019

65.- Ya estoy aquí...

     Hortensio entró en el edificio abandonado y notó un olor extraño, como a rancio, como a cerrado. Pensó que era algo normal en un edificio abandonado, pero luego vio paredes derruidas y un techo a medio caerse por el que se renovaba el aire del interior y dedujo que tenía que haber algo más.

     Allí olía a sangre, a sudor, a orines y excrementos. Allí olía a muerte.

     Hortensio pasó varias salas llenas de basura y escombros hasta que dio con algo que atrajo su atención. Unas escaleras descendían a algún lugar oscuro que sus ojos no llegaban a captar y que suponía un sótano, un garaje o cualquier dependencia subterránea del edificio.

     Se alegró de haber traído una linterna. La encendió.

     Los escalones estaban limpios. Aquello no era normal.

     Tampoco fue normal, por cierto, lo que ocurrió a continuación. Hortensio comenzó a descender hasta que un objeto contundente le golpeó en la nuca.

     Entonces, a pesar de la linterna y aunque se hubieran congregado diez soles, todo a Hortensio se le volvió negro como el carbón, incluido su futuro.

     Eso pensaba, al menos, cuando perdió el conocimiento.

sábado, 10 de agosto de 2019

64.- Era algo previsible

     Streller se metió en las obras con cierto recelo. "Prohibido el paso a toda persona ajena a esta obra", "Uso obligatorio del casco", "3 días sin accidentes laborales"... Streller no sabía ya cuántas prohibiciones expuestas en carteles se había ya saltado, y cuántos carteles le habían producido un escalofrío que, a fuerza de repetirse en su espalda, se había convertido en perenne.

     Lo que hubiera querido era una pistola. Precisamente lo que no tenía. Pensó qué haría si encontrara a Morales junto a Gutiérrez. Probablemente, y más sin arma, lo que haría sería cagarla.

     Al llegar a tal conclusión, maldijo entre dientes.

     Afortunadamente para él, y desafortunadamente para Gutiérrez y para el éxito de la misión, Streller dio un par de vueltas sin encontrar ni rastro de su comisario. Botellines de cerveza, cajetillas de tabaco, colillas y muchos escombros, lo propio de un edificio en obras. Cuando salió, lleno de polvo y tropezando entre plásticos y cartones, se dio de bruces con Mel, que tenía los ojos rojos y la cara y la ropa llena de arena. Todavía trataba de sacarse a escupitajos algunos granos que casi se traga.

     - ¿Alguna novedad? -preguntó Streller.
     - Un tipo indigno en el parque infantil que me ha tirado arena a la cara cuando he intentado interrogarle.
     - ¿Vamos y le sacudimos?
     - Déjalo. Creo que no pasa de cuatro años y su padre ya me estaba mirando mal.

     Periodista y novelista, ambos metidos a investigadores, se miraron.

     - La verdad es que era algo previsible. No sé que esperaba Hortensio que encontrara yo en el parque infantil -dijo éste.
     - ¿Sabes qué? -dijo aquél. - Creo que Hortensio sabía perfectamente adónde nos estaba mandando.

     Ambos, entonces, dirigieron su vista, sus esperanzas y sus oraciones al edificio abandonado por cuya entrada hacía ya un rato que había desaparecido Hortensio...

domingo, 7 de julio de 2019

63.- Adentrémonos en la espesura

     - Tiene que ser aquí...
     - Esperemos que así sea, porque en caso contrario yo no doy un duro por Gutiérrez...
     - Callaos ya... y dejad ya de ser tan cenizos, hombre...

     A Hortensio se lo llevaban los demonios. Si no podía mantener su propia calma, ¿cómo iba a mantener la calma de sus compañeros? Streller y Mel no sabrían qué hacer sin sus directrices.

     - Ya sé que el tiempo corre en nuestra contra, pero estemos atentos.

     Habían decidido que Gutiérrez hubiera empezado a buscar desde los lugares más cercanos. Desde donde hubiera un bar, mejor, para tomarse un aperitivo en el descanso. El bar más próximo a la comisaría, acompañado además por una cabina y una parada de autobús, estaba a cinco calles de donde ellos habían estado debatiendo durante horas.

     - Y ahora, ¿qué?

     Le preguntaron al camarero. En efecto, había visto a Gutiérrez, el día anterior y los anteriores al anterior. Lo raro es que llevara sin verlo más de un día.

     - Estuvo aquí.

     Miraron alrededor. Una plazuela con un pequeño parque a la izquierda, un edificio en obras enfrente, un inmueble abandonado a la derecha.

     - Dividámonos -sentenció Hortensio.
     - En las películas eso siempre acaba mal -gimió Mel.
     - Déjate de películas. Si encontráis a Gutiérrez, os cargáis a Morales y nos buscamos.
     - Claro. Como si fuera fácil...

     Cuando Streller quiso decir algo, sus compañeros ya estaban en camino. Cada uno a un lado. A él, obviamente, le quedaba el edificio en obras...