jueves, 13 de octubre de 2022

80.- El fin del mundo

     - ¡Jefe, jefe! - gritaba Hortensio por el pasillo.

    Gutiérrez odiaba que le llamaran jefe, que le gritaran desde el pasillo y que irrumpieran en su despacho sin llamar a la puerta, así que es fácil imaginar la cara que le puso a Hortensio cuando este se plantó ante él, con la respiración agitada y gotas de sudor perlándole la frente.

    - Qué coño quieres ahora, Hortensio... - preguntó Gutiérrez con suma paciencia para no caer en exabruptos.

    Por toda respuesta, Hortensio mostró a Gutiérrez una hoja de papel. Gutiérrez lo tomó y lo leyó.

    - ¿Cómo? ¿Es esto verdad?

    Hortensio asintió. Parecía haberse quedado sin palabras.

    - ¿Estás seguro? ¿Una alerta nuclear?

    Hortensio siguió asintiendo.

    - ¿Y qué diablos quieren que haga yo?

    Hortensio, que ya había tomado algo de aire, pudo decir: "Le buscan en la Central de Inteligencia".

    Si Gutiérrez hubiera tenido un cigarrillo entre los labios, se le hubiera caído al suelo. Como, casualmente, no lo tenía, sacó uno rápidamente y se lo enchufó. En dos caladas, ya se le había extinguido. En ese tiempo, ya estaban saliendo por la puerta camino de la Central de Inteligencia.

martes, 9 de agosto de 2022

79.- Otro caso de mierda resuelto

     Diez minutos después, el comisario apuraba un cigarrillo a las puertas del IFEMA mientras rumiaba barbaridades por lo bajini para no tener que gritarle las verdades a la cara a más de uno, y para dejar de acordarse de la familia de Amadeo, y de la de Ataúlfo, y de la de toda Costa Rica, y del arte moderno en general, en abstracto, como concepto y en cada una de sus concreciones.

    Y de Germán, del cabrón de Germán, Comisario de la Exposición. Que había desaparecido una obra, decía... que se llamaba "Totalidad", decía... joder... una de las críticas más feroces que el mundo del arte había desarrollado en los últimos tiempos contra la alienación del ser humano en la sociedad moderna, había dicho el capullo, y se había quedado tan ancho... y Gutiérrez interrogando aquí y allá.

    Si es que tenían que haber empezado por decir que "Totalidad" era una fregona metida en un cubo, joder... qué cojones de crítica feroz... una fregona metida en cubo. Y tenían que habérselo dicho también al lumbreras de Amadeo para que no la recogiera y la metiera en un armario junto con otros trastos viejos y utensilios de limpieza...

    Cuando Gutiérrez recordaba las caras de Ataúlfo y de Germán al encontrar la fregona, los gritos de alegría, los abrazos, las felicitaciones, no sabía si romper a llorar o echarse a reír.

    Arte conceptual, le habían dicho. "Los cojones", había pensado él.

    Gutiérrez apuró la colilla y la tiró al suelo. La aplastó con la punta del zapato y la observó. "Opresión", la habría titulado. Una metáfora de cómo se sentía él, exprimido y aplastado por la estupidez del mundo.

    Una colilla. Arte moderno. Arte conceptual. Allí se quedó, en el suelo, para que Amadeo la recogiera con la escoba.

    "Manda huevos...".

jueves, 7 de julio de 2022

78.- La gran entrevista

     - A ver, por mis cojones que de aquí salimos con la respuesta a este jeroglífico.

    Gutiérrez miró a su alrededor, a los presentes que, acojonados, se sentaban en sendas sillas frente a él. Ataúlfo, Germán y Amadeo ni siquiera eran sospechosos, tenían más pinta de víctimas que otra cosa, pero Gutiérrez los tenía encogidos como pajarillos. Hortensio, a su espalda, mantenía la compostura mientras, por dentro, disfrutaba como un niño viendo al comisario a pleno rendimiento.

    - Comencemos por ti, Germán. Comisario de la exposición. Un pez gordo, vamos...

    - A ver, gordo gordo...

    - Gordo, gordo te callas, Germán, y me dejas hablar. Responde solo cuando te pregunte, ¿vale?

    Germán dudó si eso había sido una pregunta que tenía que responder, o no. Por toda respuesta, tragó saliva.

    - Amadeo, aquí presente, encargado de la limpieza matutina, dice que alguien estuvo limpiando la noche anterior. Ahí tenemos a un sospechoso no identificado. ¿Puedes identificarlo para nosotros?

    Germán volvió a tragar saliva antes de conseguir articular palabra.

    - Nadie hace mantenimiento nocturno, comisario. No es necesario. Solo por la mañana, antes de abrir.

    - ¿Nadie? ¿Seguro?

    - Seguro.

    Gutiérrez miró a Amadeo, que había empalidecido.

    - Bien, Amadeo, me estoy empezando a mosquear con tanta contradicción, así que espero que me des una respuesta convincente...

    - Yo...

    - Tú, ¿qué?

    - Yo...

    - Vamos, coño, que no tengo todo el día...

    - Yo no sé nada de turnos de limpieza, comisario. Yo solo sé que alguien, antes de que yo llegara, se había dejado una fregona con un cubo en mitad de la exposición. Y con agua sucia, además, el muy guarro. Y digo yo que, si ha habido un robo, pues el que se dejó los tiestos sabrá algo...

    Gutiérrez iba a empezar de nuevo a jurar en hebreo cuando unos lamentos esquizofrénicos quebraron el momento de tensión.

    - ¡Ay, ay, ay...! ¡Ay, ay, ay...! ¡Ay...!

    Gutiérrez distinguió, entre los gritos y el rostro desencajado de desequilibrado psicopático, al artista costarricense.

    - Y ahora qué quieres, Ataúlfo.

    - Ay, comisario...

    - Que hables, joder...

    - Que creo que sé dónde está mi obra... qué desgracia... qué desgracia...

jueves, 30 de junio de 2022

77.- Ataúlfo

    Hortensio se acercó a Gutiérrez con cara de resignación.
    
    - Comisario...

    Gutiérrez fumaba un cigarrillo, sumido en sus pensamientos.

    - Comisario...

    Gutiérrez seguía sin moverse.

    - Comisario, ¿está usted bien?
    - Joder, Hortensio, qué pesado eres... - contestó Gutiérrez volviendo de su ensimismamiento. - ¿No ves que estoy pensando? A ver, qué quieres...
    - Está aquí el autor.
    - ¿El autor?
    - Sí, Ataúlfo Cisneros, el autor de la obra robada...
    - ¿No estaba en Costa Rica?
    - Ha adelantado su vuelo cuando ha conocido la noticia.

    Gutiérrez carraspeó con un cierto gesto de disgusto.

    - En fin, tráelo, a ver qué nos cuenta.
    - Comisario...
    - ¿Qué?
    - Que sepa que el autor es un tipo especial...

    Gutiérrez se mesó los cabellos, suspiró con desesperación, aspiró la colilla, la tiró y se encendió otro cigarro. Lo que faltaba ahora. Otro excéntrico.

    Ataúlfo irrumpió como un ciclón. Sus gritos resonaban en la estancia como lamentos prometeicos.

    - ¿Por qué? ¿Por qué, Comisario?

    Cayó de rodillas, tocó el suelo con la frente, se arañó el rostro, se rasgó las vestiduras (una camisa de seda que parecía carísima), alzó las manos al cielo.

    - ¿Por qué?
    - Ataúlfo...
    - ¿Por qué?
    - Señor Cisneros...

    Ataúlfo se sacó un pañuelo, se secó las lágrimas, se sonó los mocos y trató de recomponerse.

    - Dígame, Comisario...
    - ¿Sabe quién puede haber robado la obra? ¿Algún enemigo? ¿Algún envidioso?
    - No... -contestó Ataúlfo entre hipidos. - Esa obra es toda mi vida, el mayor fruto de mi genio artístico, años de reflexión y de trabajo, un chispazo de inspiración, rompedora, reivindicativa, actual y eterna a un tiempo...
    - Vale, vale. - Gutiérrez detuvo bruscamente la retahíla de Ataúlfo. - Ya veo que está dolido y que no sabe nada... Haremos lo posible.

    Gutiérrez se fue resoplando, dejando atrás a Ataúlfo, que había vuelto a plañir y se arrojaba al suelo, revolcándose de dolor. Con esas ayudas no iba a resolver el caso en la vida.

    Tenía que dejar de entrevistarse con gente rara y centrarse en encontrar al empleado de la limpieza nocturna.

miércoles, 22 de junio de 2022

76.- ¿Y el otro chico de la limpieza?

              Gutiérrez empezó a sentir esa náusea que le subía por el estómago cada vez que se arrepentía de la profesión que había elegido, lo cual sucedía bastante a menudo. Amadeo se secó las lágrimas y suspiró.

    De repente, pareció como si el encargado de la limpieza hubiera tenido una iluminación:

              - Comisario…

              - ¿Sí? -contestó Gutiérrez, de mal humor y aspirando un cigarrillo.

              - ¿Le ha preguntado al limpiador de la noche anterior?

              Gutiérrez miró a Amadeo, buscó un cenicero, no lo encontró a mano, tiró la colilla al suelo y la aplastó con la suela de su zapato. Ya la recogería el de la limpieza.

              - ¿Qué limpiador, Amadeo? ¿Ahora me vienes con estas? No me jodas…

              El encargado, más acojonado que tímido, expuso con dificultad.

              - Alguien había estado la noche anterior. Alguien había estado limpiando. De hecho, se había dejado los materiales tirados de cualquier manera en mitad de la sala. Una escoba, una fregona con un cubo lleno de agua sucia, una mopa…

              Gutiérrez no daba crédito.

              - ¿Una mopa? Una mopa voy a coger yo para darte por la cara, Amadeo… Desde luego…

              - No había caído, comisario. Lo recogí todo y me puse a lo mío…

              Gutiérrez ni contestó. Se dio la vuelta y al primero que encontró en su camino le soltó a gritos:

              - ¡Buscadme, in-me-dia-ta-men-te, al encargado de la limpieza que cerró anoche el museo!