viernes, 18 de noviembre de 2011

13. El camino de baldosas amarillas

-Y bien, Morales, ¿alguna novedad?
- Pues poca cosa, jefe. El asunto está como sigue.
    
     Morales sacó un dossier y comenzó a leer. El comisario se preguntó de dónde narices había sacado tiempo para poner por escrito el estado del caso. Lo comprendió rápidamente, sin embargo: de un lado, el friquismo de su ayudante; de otro, los escasos datos realmente disponibles.

- No hay testigos del segundo asesinato, al menos por ahora. Los testigos del primero, es decir, el barman, no aportan gran cosa. No hay sangre del agresor, ni huellas, ni arma del crimen. Los imperdibles pueden encontrarse en cualquier centro comercial y tampoco nos revelan nada..
- Vale, vale, Morales, joder, no seas cenizo. No tenemos nada entonces...

     El comisario quedó pensativo. Aquello pintaba igual de negro...

- Bueno, el papel...
- ¿Qué nos dice el papel?
- Nada, jefe, un trozo de folio como otro cualquiera.
- ¿Entonces?
- Estamos a la espera del análisis grafológico...

     ¿Grafología? ¿Ese era el camino de baldosas amarillas que tenían que seguir? ¿Un juego de niños? ¿Un ejercicio de brujería? ¿Una patochada? Si dependían de la grafología estaban apañados...

- O...
- O qué, Morales, habla ya -dijo mientras pensaba que este Morales le ponía tan nervioso con su pachorra que le entraban ganas de fumar.
- El móvil.
- ¿El teléfono móvil?
- No, jefe, el móvil, la causa del crimen...
- Coño, Morales, ya sé qué es el móvil, no me vengas dando lecciones que te arreo y te mando con tu jerga de CSI a dirigir el tráfico. ¿Qué pasa, tenemos un posible móvil?
- ¿Qué escribe el asesino en el papel que prende de los párpados de sus víctimas como firma?

     Gutiérrez bajo la voz, como si el despacho estuviera lleno de micrófonos.

- Gutiérrez...
- Eso es, jefe. El móvil es usted. El asesino le conoce y probablemente le odia. Tiene que hacer una lista de posibles sospechosos.

     Gutiérrez carraspeó. Ya lo sabía, solo que trataba de evitarlo. Redactar una lista con sus conocidos y con aquellos que podrían tener motivos para odiarle iba a ser tan engorroso como sacar la lista de invitados de una boda. Un coñazo, vamos.

     Puto camino de baldosas amarillas...