domingo, 8 de octubre de 2023

96.- El hijo

     Gutiérrez miró, primero, a Hortensio; luego, a Mel. Los dos lo miraban con cara de bobos, la boca abierta, esperando interesadísimos las conclusiones del comisario.

    - ¿Qué os pasa? -preguntó este.

    - Le toca a usted, comisario -contestaron los dos, casi al unísono.

    Gutiérrez remugó en voz baja para hacerse el interesante y dejarle claro a sus ayudantes que les iba a contar lo que les iba a contar porque quería, no porque tuviera que hacerlo. Que, en realidad, les estaba haciendo un favor.

    Tanto Hortensio como Mel habían cumplido. El primero había narrado su encuentro con el vecino. "Un tipo desagradable", había dicho. "Atentos a él, y al de la limpieza".

    - ¿Otra vez el de la limpieza? -había preguntado Gutiérrez.

    Por toda respuesta, Hortensio se había encogido de hombros, resignado.

    Mel había buscado en redes. "Mucho admirador exageradamente dulce", había dicho, dejando deducir que entre ellos podía encontrarse algún obsesionado con la figura del escritor, hasta el punto de acabar con él. "Y, sobre todo, un par de "haters"". Rudos, crueles. Demasiado directos para atreverse a asesinar, pero todo es posible.

    Gutiérrez les contó su conversación con el agente. "El hijo sale ganando", dijo finalmente. "¿Alguien sabe algo del hijo?", preguntó.

    Hortensio y Mel negaron.

    - Nadie lo ha visto por la casa desde hace tiempo -dijo uno.

    - Tampoco en redes sociales parece haber dejado huella -dijo el otro.

    - ¿Entonces? -preguntó el comisario. - ¿Alguna idea?

    Se miraron sin hablar. De los labios de los tres, entonces, salió un nombre:

    - Streller.

    En cuanto lo dijeron, los tres se limpiaron la boca y amagaron un escupitajo al suelo.

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