lunes, 20 de noviembre de 2023

99.- Lágrimas de cocodrilo

    Tomás Plenilunio se hacía el compungido. Con lágrimas y todo. A Gutiérrez no le daba la más mínima pena. Lágrimas de cocodrilo. Este tío no sentía nada la muerte de su padre.

    La cabaña olía a incienso, y aquel aroma se le estaba metiendo a Gutiérrez por las narices e irritándole la pituitaria de forma muy molesta. Mel y Streller, sin embargo, parecían encantados con el olor y con el té de pétalos de rosa que Tomás les había ofrecido a todos. Hortensio, por supuesto, había declinado la invitación con la excusa de que no bebía estando de servicio. Gutiérrez odiaba el té; salvo, quizás, con un chorrito de vodka.

     - ¿Herencia? ¿Qué herencia? ¿Quién os ha dicho eso?
     - Se comenta que tu padre, que en paz descanse, estaba forrado. A algún sitio tendrá que ir ese dinero, ¿no?

    Tomás Plenilunio se agarró la nuca con las manos, miró al cielo y cerró los ojos para alinearse los chacras.

    - Veréis... yo con mi padre no me hablaba. Hace ya tiempo que nos separamos. No me interesa su herencia.
    - Pero la vas a recibir, ¿no?
    - Ya te digo que ni idea. Quizá no, investigad.
    - Investigaremos, pero no porque tú lo digas, hippie.

    Ante el incómodo silencio, Hortensio decidió intervenir.

    - ¿Quién podría querer la muerte de tu padre, Tomás? ¿Quién se beneficia?
    - El agente literario, claro. Ese se está forrando -dijo sin pensarlo.

    "Joder", pensó Gutiérrez. "El agente sospecha del hijo, el hijo del agente...".

    - Que les jodan a los dos -dijo en voz alta.
    - Igual es buen momento para irse, ¿no? -medió Hortensio.

    Streller y Mel asintieron con premura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario