martes, 7 de noviembre de 2023

98.- La cabaña del tío Tom

- ¿Cómo se llama el hijo de Plenilunio?
- Tomás.
- ¿Tomás Plenilunio? Se le puede llamar Tom, ¿verdad? El tío Tom, por eso vamos a su cabaña...
- Que te calles, Streller.

    Gutiérrez tenía esa sensación desagradable de estar en una excursión campestre. Todos los amiguitos, Hortensio, Mel, Streller, todos juntitos saliendo de picnic. Faltaba que uno de ellos sacara la cestita y repartiera los emparedados.

    La mera idea le daba ganas de vomitar. Así que, para ahogar la náusea, sacó su petaca y le dio un par de buenos tragos al vodka.

    Ya casi habían llegado. Habían tenido que dejar el coche un kilómetro más abajo, en una especie de merendero, y seguir sendero arriba hasta avistar la cabaña, que ahora se erguía ante ellos, semioculta por la maleza y el follaje.

    - ¡Qué bonito! -soltó Mel. Gutiérrez no podía estar más en desacuerdo.

    Llamaron a la puerta y les abrió un tipo joven, barbudo, vestido con una especie de pijama, como si se acabara de levantar. Llevaba un tazón entre las manos.

    - ¿Eres Tomás?
    - ¿Y quiénes sois vosotros?
    - Venimos a preguntarte por tu padre. Tu padre ha muerto, por cierto. Asesinado. No sé si te habías enterado aquí arriba.

    La cara de Tomás Plenilunio palideció repentinamente. Gutiérrez saboreó el momento. Encendió un cigarrillo.

    Solo por eso ya había merecido la pena el trayecto.

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