jueves, 13 de abril de 2023

84.- Un plan perfectamente trazado

       - ¿Cómo lo hacemos, Comisario?

    Gutiérrez siempre había admirado el apasionado optimismo de Hortensio. Incluso en una misión de mierda como aquella, incluso en una situación tan jodida como aquella en la que los habían metido, el tío siempre mostraba un entusiasmo juvenil que Gutiérrez, por supuesto, no compartía.

    Por no decir que le tocaba los cojones una barbaridad.

    - ¿Voy yo por detrás del edificio y usted accede por la puerta principal? ¿Entramos desde el tejado? ¿Nos apostamos y esperamos a ver qué se cuece?

    Gutiérrez miró a Hortensio con calma y un gesto muy próximo al desprecio absoluto.

    - El agente Paz...

    - El agente Paz, mal rayo lo parta -dijo al fin Gutiérrez- es un histérico que delega responsabilidades más allá de lo recomendable y, para que te voy a engañar, me cae tremendamente mal.

    Hortensio calló durante unos segundos. Luego intentó volver a hablar.

    - Pero el tiempo...

    Gutiérrez levantó un dedo. Le faltaron unos centímetros para posarlos sobre los labios de Hortensio, como quien calla a un niño.

    - Ya lo sé, Hortensio. El tiempo es oro y estamos ante una alerta nuclear. Así que vamos a hacer las cosas con celeridad, eficiencia y meticulosidad.

    - Eso, Comisario.

    Otra vez el entusiasmo de Hortensio.

    - Pues venga, sin más dilación. Vamos subiendo plantas y llamando a los timbres. Cuando nos abra un tipo con cara de villano de James Bond, le quitamos el detonador de la mano y lo detenemos.

    La cara de Hortensio era un poema. No obstante, con buen criterio, decidió callar y seguir a su superior.

    Tocaron el primer timbre.

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