miércoles, 7 de febrero de 2024

103.- Una reunión y una revelación

     Pues el encargado de la limpieza de la casa de Roberto Plenilunio fue el último en llegar. La verdad es que su cara al entrar y encontrarse el tinglado, y la cara de todos los presentes al verlo a él, eran sendos poemas. Podían recopilarse en un cancionero, el "Cancionero de Plenilunio".

    El vecinito pesado, por supuesto, había sido el primero en llegar. Anda que iba él a perderse el mambo. Hortensio lo invitó a sentarse. Luego llegaron Mel y Streller, y Tomás Plenilunio, y el agente del escritor asesinado. En total, ocho personas hacinadas en aquella sala de reuniones, todas inquietas, todas nerviosas, todas expectantes ante lo que, suponían, iba a suponer la revelación del nombre del asesino.

    ¿Para qué si no iban a convocarlos a todos en comisaría?

    Solo Gutiérrez mantenía la calma. Aunque, bien mirado, podría decirse que actuaba de una forma extraña.

    Hortensio, de hecho, no daba crédito a lo que veían sus ojos.

    Desde que había sacado Muerte bajo el sol de la casa de Plenilunio, se encontraba enfrascado en su lectura de una manera tal que a Hortensio le daba pena interrumpirle. ¡A él, a Gutiérrez, que no había leído en su vida ni las frases pintadas en las puertas de los aseos!

    - Comisario... comisario... -llamó Hortensio con delicadeza.
    - Chsss... calla, Hortensio, que estoy leyendo -respondió este.

    Es que ya están todos aquí...

    El comisario Gutiérrez, entonces, alzó la vista. Parecía sorprendido ante la presencia de tanta gente.

    - Oh, vaya, disculpen, caballeros.

    "¿Disculpen, caballeros?" Hortensio empezó a pensar que a su Gutiérrez se lo habían cambiado. Más todavía cuando se sacó una pipa del bolsillo, la encendió y empezó un discurso que, con el tiempo, se convertiría en memorable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario