El gigante agarraba a Gutiérrez de los hombros y, en su desesperación, lo agitaba como una coctelera. Este, sorprendido y despistado, se preguntaba, en primer lugar, cuándo lo soltaría; en segundo, por qué hablaba en plural. "Igual es tan grande que se percibe como si fuera dos personas", pensó.
- De acuerdo, de acuerdo. Para un poco y explícame qué coño te pasa.
El tipo, por fin, se tranquilizó un poco y se sentó. Al estirar las piernas, tuvo que meterlas bajo la mesa del comisario, de tan largas que eran.
- En primer lugar, ¿quién eres?
- ¿No me conoce? Soy Constantino, el capitán del equipo de baloncesto.
- Ah, pues no tengo el gusto.
A Gutiérrez el baloncesto le importaba un pepino, y menos aún el equipo de la ciudad. De hecho, le ponían nervioso los famosos que piensan que, como son famosos, tienes que conocerlos.
- Genial, Constantino. Ya vamos avanzando. ¿Qué es lo que te pasa?
- Hemos perdido a nuestro pívot.
- ¿Perdón?
- Un jugador de nuestro equipo, Conde, ha desaparecido.
- ¿Qué quieres decir, exactamente?
Constantino resopló e intentó explicarse con calma.
- Ayer no vino a entrenar. Ni hoy. Y mañana, como supongo que ya sabe, jugamos la final.
Gutiérrez no tenía la menor idea sobre final alguna. Él estaba tranquilo, y en paz, hasta que Constantino llegó.
- Puede haberse ido voluntariamente...
- Eso es imposible. Además, anteayer, el último día que se le vio, se comportó de manera extraña...
Gutiérrez encendió un cigarro.
- ¿De manera extraña? Eso me lo tienes que contar bien. Por curiosidad, ¿cuánto mide Conde?
- Es el pívot, comisario. El center. Mide 2,20.
- ¿Dos metros y veinte centímetros?
Constantino asintió. Gutiérrez pensó que, con ese tamaño, no podía ser difícil de encontrar...
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