miércoles, 6 de marzo de 2024

106.- Extrayendo conclusiones

     Gutiérrez estaba en éxtasis. Recostado en la silla de su despacho, con los pies sobre la mesa, le daba caladas al enésimo cigarrillo de la mañana mientras, de tanto en tanto, daba tragos furtivos a la petaca, llena de vodka.

    - Hoy estamos a gusto, ¿eh, comisario? -preguntó Hortensio mientras entraba en el despacho.

    Después de aguantar los llantos del Plenilunito y de meterlo en una celda, y después de echar a patadas al vecinito pesado, al agente indignado y al macguffin de la limpieza, habían salido a celebrarlo. Hortensio, Mel, Streller y él, Gutiérrez. Como si fueran colegas. No habían dejado un bar abierto.

    - No os creáis que esto se va a repetir muy a menudo -les gritaba Gutiérrez con voz de beodo mientras los demás se partían de la risa. - Mañana volvemos al tajo. El crimen no descansa.

    Ahora Gutiérrez tenía una resaca de la hostia. El crimen no descansaba, pero a él se le cerraban los ojos por momentos. Utilizaba el vodka para mantenerse despierto y alejar el dolor de cabeza, dos remedios en uno.

    Genial brebaje, digno de dioses.

    - Pensé que estaría enfrascado en una nueva lectura -dijo Hortensio, irónico.

     Gutiérrez sonrió.

    - Os engañé a todos, ¿eh? Pensabais que me había enganchado al bodrio de novela del Plenilunio, ¿verdad? Pues no, me había enganchado al bodrio de su testamento.

     Hortensio asintió.

    - Absolutamente, comisario. Fue buenísimo. Y todo ese teatrillo para crear tensión, y esas referencias a Poe. No le tenía por un conocedor de las técnicas teatrales, ni de la literatura decimonónica.

    Gutiérrez se echó un poco más hacia atrás.

    - Todos tenemos un pasado, Hortensio. Y lo vamos enriqueciendo con el tiempo. Eso sí, no te lo voy a contar.
    - Menos mal, porque seguro que es un tostón de historia. Mejor guárdeselo.

    El comisario, entonces, miró a su subalterno con fingida severidad.

    - Vaya, estás hecho un cabroncete sarcástico, ¿eh, Hortensio? Veo que aprendes rápido...

    Sonrió, y le pasó la petaca. Hortensio le devolvió la sonrisa, y la petaca, no sin antes apurar un buen trago.

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